sábado, 25 de enero de 2025

QUILCA EN LOS DERROTEROS, CRONICAS Y MAPAS. SIGLOS XVI – XX

 

Los derroteros, crónicas y mapas como fuentes históricas son importantes porque nos permiten comprender el pasado, interpretar la geografía histórica y relacionarla con el presente. El puerto y valle de Quilca ha sido mencionado en este tipo de documentos desde el siglo XVI aproximadamente; en este artículo comentaré una selección once fuentes históricas que consideramos las más importantes por la riqueza de información que contienen con el objeto de conocer las descripciones de la geografía histórica de este puerto y valle dese inicios del periodo virreinal hasta el siglo XIX.

La selección de estas fuentes históricas son las siguientes:  la breve información que nos brindó el príncipe de los cronistas Pedro Cieza de León y el Inca Garcilaso de la Vega, los itinerarios en el  “Derrotero de las costas del Perú – tierra firme – Chile y Nueva España sacado de diferentes cuadernos que han escrito y usado los más clásicos y experimentados pilotos deste mar del sur” publicado en 1675, del “Derrotero ingles de las costas de América (1703 – 1704)”, del “Derrotero General del Mar del Sur de Hurtado de Mendoza” publicado en 1730, la información minuciosa de la “Description de la cote du Pérou. Par M. Lartigue” (Descripción de la costa del Perú. Por M. Lartigue) de 1822; las impresiones del viajero inglés Samuel Haigh quien visitó Quilca en 1826 y las publicó su libro de viaje “Bosquejo del Perú entre 1826 y 1827”; una crónica en el semanario El Republicano del 05 de marzo de 1827; la descripción geográfica de Antonio Raimondi quien recorrió desde Atico hasta Islay en 1863 y las bitácoras de navegación y descripción geográfica de los derroteros del contralmirante Aurelio García y García de 1870, y del capitán de navío Rosendo Melo de 1913.

Hemos organizado estas fuentes históricas en los siguientes subtítulos: “Quilca en la visión de Pedro Cieza de León y Garcilaso de la Vega”, empezamos comentado lo que escribió el príncipe de los cronistas, Pedro Cieza de León, quien en su recorrido que hizo por el Perú entre 1548 y 1550 afirmó esta zona de la costa sur peruana es agreste; también tomamos como referencia al Inca Garcilaso de la Vega quien escribió que el puerto de Quilca era importante para Arequipa y por él se comercializada con el sur andino. Un segundo título de este artículo hemos denominado “Quilca en los derroteros del siglo XVI – XIX” donde uno de los más importantes y primigenio es el “Derrotero de las costas del Perú – tierra firme – Chile y Nueva España sacado de diferentes cuadernos que han escrito y usado los más clásicos y experimentados pilotos deste mar del sur” publicado en 1675 y editado por la Biblioteca Nacional de Chile, entre las páginas 421 a la 425 se encuentra exacta información sobre el valle de Camaná hasta la punta Islay donde se ubica el puerto de Quilca además de los mapas que donde se dibuja la caleta y valle de Quilca. También consigamos la lámina 33 del “Derrotero ingles de las costas de América (1703 – 1704)” se dibuja la punta Islay, el río Tambo y el puerto de Chule frente a la desembocadura del río Tambo y denomina al puerto en estudio como Aquilca. Consideramos también al Derrotero General del Mar del Sur de Hurtado de Mendoza” publicado en 1730, donde se precisa la distancia que hay del valle de Camaná a la caleta de Quilca; no obstante, confunde a este con la caleta de Aranta y realiza el dibujo de esta zona de la costa sur peruana.  

Finalmente tomamos para este subtitulo la abundante información de Quilca que precisa la “Description de la cote du Pérou. Par M. Lartigue” (Descripción de la costa del Perú. Por M. Lartigue) de 1822, que es el informe oficial de la Marina de Guerra de Francia encargado a la fragata “La Clorinde”, al mando del capitán de navío Barón Armand de Mackau, para que hiciera una descripción de las costas de Chile y Perú con el objeto de “Mostrar el pabellón del rey y dar protección eficaz a los navíos franceses que se encontraban en esos mares [y] observar lo que pueda interesar o favorecer a nuestro comercio…”. Los reconocimientos de los lugares visitados y el trazo de los planos de los mismos fueron realizados por los alféreces Lartigue y Fleury. La información minuciosa de hace del puerto y valle de Quilca nos hace suponer que la verdadera razón de esta misión era recolectar información para Francia con el objeto de ingresar el comercio de la industria francesa en nuestro país. También es importante este documento porque se inserta un plano del río y valle de Quilca, y un croquis de la costa sur del Perú.

Bajo el subtítulo “Un plano de 1825” insertamos el plano de la caleta y quebrada de Quilca elaborado por orden del Comandante General de las Fuerzas Navales del Mar del Pacifico el Señor Don Roque Guruzeta, Capitán de Navío de la Real Armada y Comandante del navío Aiza, y confeccionado aparentemente por el primer piloto graduado de alférez de navío don José Ignacio de Sierra, en noviembre de 1824. Precisamos que en la imagen hace referencia al valle a parte de la quebrada que conforma la caleta.  La riqueza de este plano consta en la información que detalla en la leyenda del mismo y la explicación se hace del fondo de la rada, caminos y los lugares, principalmente para abastecerse de agua. Debemos aclarar que el pueblo de Quilca en el plano lo ubica cerca al rio, y no sobre el cerro como está actualmente.  No obstante, en el plano hace referencia al Callao por equivocación.

Un cuarto subtitulo denominado “Dos viajeros en Quilca” donde hacemos referencia al inglés Samuel Haigh y al naturalista italiano Antonio Raimondi. Haigh fue un joven empleado de nacionalidad inglesa que fungió como agente comercial de una casa comercial de Londres. Lo poco que se conoce de este personaje procede de sus propios escritos. Poseía un alto grado de sensibilidad para captar las impresiones y expectativas de la gente, describiendo hechos y costumbres, además de “tener contacto directo con personajes de su tiempo como José de San Martín, Manuel Belgrano, Bernardo O’Higgins, Simón Bolívar y Bernardo de Monteagudo”[1]. Haigh visitó América del Sur durante una década, llegando a Río de la Plata en 1817 y visitando diversas ciudades de Argentina, Chile y Perú. Durante su estadía en Chile se mostró partidario de los patriotas en la lucha por la independencia. Estuvo en Perú entre los años 1826 y 1827, conociendo las ciudades de Arequipa y Lima. Es justamente en su travesía hacia la “Ciudad Blanca” que desembarca en el puerto de Quilca, procedente de Arica, y la describe como un lugar que “contiene solamente pocas chozas de indios y los habitantes están sumidos en la pobreza hasta los mismos labios”.

En los “Itinerarios de viaje” de 1863 Antonio Raimondi plasmó sus impresiones de la costa sur de Arequipa, el naturalista estuvo solo un par de horas en el puerto y valle de Quilca en su recorrido a Islay y valle de Tambo; de Quilca escribió lo siguiente “El pueblo de Quilca se halla situado en la banda derecha del río del mismo nombre a algunas cuadras de la orilla, es bastante pequeño y está construido sobre las faldas de los cerros que lo separan de la caleta. Sus casas, o más bien sus ranchos, son en su mayor parte, de caña revestida de barro. Muchos de ellos no tienen revestimiento. Una sola casa, la del actual gobernador, tiene aspecto decente, tanto en su exterior como en el interior”.

Finalmente, con el subtítulo “Quilca en la república” hemos tomado información del semanario El Republicano que da cuenta de la actividad incipiente portuaria en Quilca y los estragos que ocasiona las crecidas del río Quilca; por último, los datos minuciosos de los derroteros del contralmirante Aurelio García y García de 1870, y del capitán de navío Rosendo Melo de 1913 quienes hacen una descripción geográfica del fondero, muelle, población y valle de Quilca. A continuación, hacemos recopilamos la información de estas fuentes históricas.

QUILCA EN LA VISION DE PEDRO CIEZA DE LEÓN Y GARCILAZO DE LA VEGA

Podemos afirmar que una de las referencias más antiguas sobre Quilca es la que brinda Pedro Cieza de León, a fines del siglo XVI, “toda esta costa es brava, más adelante esta otro rio que le llaman Camana, y adelante esta también otro llamado Quilca. Cerca de este rio media legua esta una caleta muy buena y segura, donde los navíos paran. Llaman a este puerto Quilca, como al rio; y de lo que en él se descarga se provee a la ciudad de Arequipa, que esta del puerto diez y siete leguas tierra dentro…”[2].

Durante el periodo del virreinato la caleta de Quilca era conocida como puerto, anqué no lo fue oficialmente; se ha demostrado que a consecuencia del arenamiento del antiguo puerto de Chule por la erupción del volcán Huaynaputina en febrero de 1600 Quilca paso a ser el puerto administrativo de Arequipa; no obstante, sirvió a inicios del periodo del virreinato para embarcar la plata que extraían de Potosí hacia Lima; según el cronista Garcilaso de la Vega[3] el mineral era traído a lomo de auquénidos pero esta actividad decayó con el surgimiento del puerto y la villa de San Marcos de Arica, en tiempos del virrey Toledo.

QUILCA EN LOS DERROTEROS DEL SIGLO XVI - XIX

En el “Derrotero de las costas del Perú – tierra firme – Chile y Nueva España sacado de diferentes cuadernos que han escrito y usado los más clásicos y experimentados pilotos deste mar del sur” publicado en 1675, sobre la caleta de Quilca en la página 421 se escribió lo siguiente: “Caleta de Quilca / Cruz / Isleta / Valle de Quilca. Desde Ocoña al valle de Quilca hay once leguas de costa brava. Camaná es lugar de españoles e indios. En este puerto de Quilca se ha de dar fondo adonde está puesta la cruz, un cuarto de legua de la isla que está a la entrada del dicho puerto. Y al nordeste de ella hay fondo de doce y quince brazas. En la caleta de Quilca pueden entrar navíos porque en ella hay mucha bonanza de mar, y también hay mucha suma de peje y redes que lo cogen allí. Es toda tierra cortada a pique, y sobre Camaná, más. Y tiene unas manchas blancas de arena, las cuales son también tajadas a la mar y blanquean mucho”[4]. En la página 422 del mismo derrotero se lee: “De Camaná a la caleta de Quilca hay cinco leguas. En esta caleta entran navíos pequeños. Teniendo un faralloncillos que allí verás al sureste, surgen los navíos grandes y estarán media legua de la caleta. Avísote que, si vinieres en demanda de dicha caleta de Quilca, y no pudieres tomar el puerto por calmarte el viento o ir las aguas abajo, que por sotavento hay surgidero en veinte brazas, y así como se descubre la playa de Camaná, has de dar fondo, que todo es limpio y seguro. Está esta caleta de Quilca en diez y siete grados de la parte del sur[5]. Y en la página 424 se hace referencia a caletas contiguas a Quilca “Quebradas que hace esta tierra y no se ven de la mar / Valle de Quilca. Punta de Camaná / Demostración del puerto de la Guata conforme está / [Cruz] Caleta / [Cruz] Surgidero / Caleta. El que viniere a buscar este puerto de la Guata esté advertido que si viene lejos de tierra no podrá ver las caletas. Ha de venir desde Hilai [Islay] costeando cerca de tierra a dar con la isla y punta de Cornejo, que está cuatro leguas de Islay, que luego se ve. Es una punta muy blanca y la dicha isla de Cornejo se hace punta porque está pegada a ella, como parece en su pintura, que no se ve si es isla hasta que van por dentro de ella para el puerto. Pasar cerca de ella que todo es seguro. Virar con la proa a una restinga que está encima del agua, que estará de la dicha isla tres cuartos de legua. Y la restinga estará del surgidero tres cuadras. Pasar desviado de ella una buena cuadra y dar fondo donde está puesta la cruz, y de allí se entra en la caleta. En este surgidero hay muchas ratoneras, y a mí se me cortaron tres cables. Tener cuidado de aforrar bien los cables hasta la mitad, y Dios te ayude[6].

En la página 425 de este mismo derrotero se lee: “Isla de Cornejo / Surgidero / [Cruz] Punta de Ilay [Islay] en 17 grados escasos. Entrada / Restinga / Isla de Cornejo / Entrada / Punta de Islay / Caleta / [Cruz]. De la caleta de Quilca al puerto de Islay hay siete leguas. Y para surgir en el dicho puerto de Islay se ha de entrar por entre la punta y el farellón que está más cerca de ella, pasando por entre el farellón y la baja que está en tierra, y dar fondo adonde está puesta la cruz en 24 brazas de agua”[7]. Y en la página 426 “[Isla del Guano] De la caleta de Quilca al puerto de Chule hay diez leguas. Córrese de noroeste sureste. De Quilca a la isla del Guano hay tres leguas. [Islay] De la isla del Guano a Islay hay cuatro leguas. Y se surge en Islay de la parte de adentro de unos farellones que allí verás. Hay mucho fondo, que has de surgir en cuarenta brazas o más de fondo. Estos farellones son cuatro o cinco. Son blancos y por ellos se conoce el puerto de Islay. No se entra en la caleta”[8].

 En el “Derrotero ingles de las costas de América (1703 – 1704)” en la lámina 33 se dibuja la punta Islay, el rio Tambo y el puerto de Chule frente a la desembocadura del rio Tambo y una breve descripción: “Chule es un puerto pequeño y Aquilca (Quilca) buen puerto. Puerto de Arequipa (Islay) es un buen puerto, la tierra es baja por casi una legua”[9].

 

En la lámina se menciona los siguientes lugares:  Moro de Atico, Rocks of pescadores (roca de pescadores), ocna (Ocoña), Camana, vale of Aquilca (valle de Quilca), I. (isla) Cornejo, Port of Aquilca (Puerto de Quilca),  point of Chilay (Punta de Islay), Chule, R. (Río)  Tambo, port  Arequipa (¿?), vulcan of Arequipa (volcán Misti), point of Hilo (punta de Ilo), R. Camba (río Locumba).

  Por otro lado en el Derrotero General del Mar del Sur de Hurtado de Mendoza publicado en 1730, precisa la distancia que hay del valle de Camaná a la caleta de Quilca “De camana a Quilca, que por otro nombre se llama Aranta hay cinco leguas”[10]. Aparentemente se confunde a Aranta con Quilca en este documento.        


El Alférez de la Marina de Guerra Francesa Joseph Lartigue  visitó Quilca en 1822 cuando esta caleta era el lugar principal para el embarque y desembarque del comercio a la ciudad de Arequipa, en su “descripción de la costa sur del Perú – 1822” nos dice que para fondear en esta “se debe tomar conocimiento de la Punta Cornejo antes de ir a buscar el fondeadero. Es difícil como ya se ha dicho, distinguir dicha punta; pero su coloración rojiza, así como la diferencia entre las alturas que están al N. y al S. servirán para conocerla”[11].   En efecto el óxido de los minerales expuestos de la ladera de  la punta que forma esta caleta era la referencia para ubicarla desde altamar.

El mismo alférez francés hace una descripción precisa del fondeadero, nos dice que está ubicado “hacia S. 5° de la pequeña iglesia de Quilca, con 18 brazas de agua. Sobre arena gris fina, en el lugar en que un peñasco poco elevado y cercano a la punta de Quilca yace en el N. 70° E. se encuentran 120 brazas a 2 cables hacia el O. de dicho fondeadero. Hay hacia el N. pequeños espacios donde el fondo es bueno, pero están rodeados de cascajo y de rocas; luego, si se va aun más al N. el fondo allí es muy irregular. Parece que los fondos sobre los cuales el plomo indica fango, no están cubiertos sino por una capa muy delgada, bajo el cual se encuentran peñascos, o bien, que dichos fondos de fango, tal vez profundos, están sembrados con una gran cantidad de rocas, porque todos los barcos que han ancado sobre su fondo de fango, han tenido sus amarras gastadas. Cuando el rio se desborda, el agua es muy cenagosa; las corrientes son fuertes y varían constantemente de dirección, estas arrastran las capas de lodo que recubren algunas partes del fondo ubicadas en las cercanías de la desembocadura del actual rio”[12]. Esta descripción del alférez Lartigue es importante porque nos da una precisión del fondo  marino de la caleta, que explícitamente dice es muy fangoso, y por lo tanto complicado de atracar un navío.

Por otro lado, Lartigue también menciona un lugar en la caleta de Quilca donde se puede fondear sin complicaciones: “hacia el S.E. del lugar descrito anteriormente, pero se estaría demasiado lejos de tierras y las comunicaciones serian más difíciles.  Se amarra con un ancla grande hacia el S.S.O. y con un ancla de golpe hacia el N.N.E. el calabrote pasado por la popa para mantenerse quieto con el oleaje. La corriente, que lleva algunas veces con fuerza hacia el S.E., puede romperse los calabrotes, si no se ha tenido la preocupación de no utilizar sino amarras capaces de resistir. Dicho fondeadero está sobre una llanura que comienza en la costa N. del valle de Quilca, lo atraviesa luego y  continúa hacia el S. hasta una gran distancia, sin separarse de la costa[13]”.     

Sobre el valle de Quilca Lartigue anotó lo siguiente:  “El valle de Quilca está cubierto de árboles   y de verdor; está ubicada en una garganta estrecha flanqueada por montañas áridas más altas y más escarpadas por el lado del N. que por el lado del S. aquello contribuye a serlo reconocible desde bastante lejos”. Aparentemente Quilca no ofrecía condiciones apropiadas para el desarrollo de un puerto según lo antes mencionado; en 1813 el brigadier Pezuela demoro cuarenta días en navegar desde el callao hasta Quilca, resalta finalmente este marino francés.


UN PLANO DE 1825

[superior izquierda] PLANO DE LA QUEBRADA Y CALETA DE QUILCA. Situado en el punto X. en la latitud sur 16° 42’  30 ´ y en la longitud de 66° 11´00´ occidental de Cádiz. Levantado por orden del Comandante General de las Fuerzas Navales del Mar del Pacifico el Señor Don Roque Guruzeta, Capitán de Navío de la Real Armada y Comandante del navío Aiza. Por el primer piloto graduado de alférez de navío don José Ignacio de Sierra. En noviembre de 1824.  Deslindado y presentado en la comandancia de piloto de este departamento de Cadiz en 25 de noviembre de 1825. José Ignacio de Sierra

[inferior derecho]       PLANO DE LA CALETA DE QUILCA. Los números de la sonda son de las brazas castellanas de 6 pies cada una. Escala de 40 varas castellanas. EXPLICACIÓN. Este tenedero es bueno y de arena en los puntos que manifiestan las anclas. Los navíos fondean siempre poniendo al morro de Arequipa al N. 45°E. y la vigia de la caleta de Quilca al N. 16° 0´ corregidos: en este paraje está franco brisa para dar la vela, como igualmente de la corriente que corre al NO, y SE con violencia en los días de conjunción y oposición de luna en el placer del morro de Arequipa, que en los canales profundos tienen varias direcciones, habiéndose notado correr de 15 a 20 días hacia una parte y luego cambia. En ningún punto de esta ensenada se puede desembarcar por la mucha resaca que de continuo hay del SSO y solo si con mucha comodidad lo pueden hacer en la caleta de Quilca. La aguada se hace con mucho trabajo, fondeando la lancha fuera de la resaca y con andarivel se revisten las quarterolas a tierra vienen tapadas para que no se introduzca el agua del mar; pero las gentes comisionen a la aguada deben precisamente hacer su viaje por tierra. Los vientos en esta costa son bonancibles, pues si los hubiese fuertes y acompañados de la mar del S.S.O. se perderían muchos en la costa. Estos vientos están sujetos a variar dos o tres cuartas del S.E. que es el mar reinante, para el S., y para el E.  Los números de la sonda son de 6 pies de Burgos, sin sujeción a mareas, cada una y la variación de las aguadas 11° N.E.

A.      Punta de Quilca

B.      Caleta, pueblo y vigía de Ídem

C.      Camino de Camaná

D.     Ídem de Arequipa   

E.      Ídem del Callao  

F.       Río de Quilca

G.     Sitio donde se hace aguada

H.     Iglesia y ranchería del Callao  

I.        Quebrada de Quilca

J.        Morro de Arequipa

A.        F.  P. Indica arena fina parda - F. Fango - L. Lama - CH. Chinos = 60/0 manifiesta que con 60 brazas no se halló fondo.


DOS VIAJEROS EN EL PUERTO DE QUILCA

El inglés Samuel Haigh  visitó Quilca en 1826 y publicó su libro de viaje “Bosquejo del Perú entre 1826 y 1827”, de Quilca tuvo las siguientes impresiones “Llegados mis informes, resolví seguir a Quilca (desde Arica) para descargar allí las mercaderías y llevarlas a Arequipa, ciudad de importancia considerable, treinta leguas al interior. En consecuencia, levamos anclas el 18 de junio y nos dirigimos a Quilca. Nada puede ser más fastidioso al viajero que navegar perezosamente al largo de la costa desolada. La vista de un barco, en tal caso, es grande alivio porque parece asegurarnos de no estar solos en el mundo. El cuarto día echamos anclas frente a Quilca que no es más que una rada abierta. Aquí encontramos el barco de S. M. Mersey a cuyo bordo almorcé la mañana siguiente con el capitán Ferguson que deseaba visitar Arequipa y convenimos en partir a esa ciudad el día siguiente. La entrada en lo que se llama Quilca es una caleta estrecha en cuyo interior hay siempre un gran rompiente. El tener a Arica como lugar de miseria, solamente demuestra que juzgamos las cosas por comparación, pues Quilca pronto me convenció que en la profundidad más honda quizás haya otra más profunda. El lugar contiene solamente pocas chozas de indios y los habitantes están sumidos en la pobreza hasta los mismos labios. Desafío que haya gente viviendo en grado de mayor miseria. Tropas de caballería argentinas se hallaban en Quilca para embarcarse con destino a Chile; eran simple esqueleto del regimiento de Granaderos a caballo, formado por el general San Martin y que había combatido en todas las campañas de la Revolución; pero la guerra con España había terminado con la completa derrota del ejercito realista, y el resto de las tropas argentinas y chilenas, mal pagadas, mal alimentadas, y en la mayor indisciplina se embarcaron para Chile en los transportes que esperaban en la rada. Yo había comprado un caballo y una mula en Chile para mi uso y traídolos en el bergantín, pues esos animales son muy escasos y caros en el Perú; se llevaron atados del pescuezo al bote y nadaron con felicidad hasta la orilla. Después de haber estado confinados por tanto tiempo a bordo, se alegraron sobremanera de volver a tierra y cabriolaron y cocearon de tal modo que pasó algún tiempo antes de apaciguarse para ponerlos enfrenar. Todo estaba listo para la partida, y el capitán Ferguson, mister Andrwes y yo, el sirviente y el arriero, montados en mulas salimos para Arequipa. Hay dos caminos de Quilca a Arequipa uno por la aldea de Siguas y otro por la llanura de Pampas Coloradas y el valle llamado los Infiernos. Una montaña empinada se levanta sobre Quilca, se sube en hora y media; arriba la llanura se extiende casi hasta Arequipa; pero es un arenal en que no se ve ni un parche de vegetación y la arena es de blancura deslumbrante muy mala para la vista al menor viento, y cuando el día está sereno y un sol rajante cae sobre las cabezas, excesivamente molesta. Innumerables montículos de arena, formados por el viento, están desparramados por el llano; con frecuencia cambian de posición. Los arrieros temen estos vientos, pues una vez perdidos el camino, es a menudo muy difícil y dudoso volver a tomar y lo mismo seria hallarse en medio del desierto africano. Aquí, cuando se soporta un sol tropical ardiente con las patas del caballo sumidas en la arena hasta la ranilla, con nada en que descansar los ojos fuera de esta fina arena blanca, limitada a lo lejos por rocas y montañas desiertas, filosofaba hasta donde llegaba la avidez humana. La sola vista de esta región del Perú es bastante para apagar los bríos del más osado. La naturaleza parece haber colocado aquí sus tesoros minerales para impedir que el hombre llegue a ellos…”[14].

PUERTO DE QUILCA EN LA REPÚBLICA

El Republicano fue un semanario oficial de Arequipa publicado entre el 26 de noviembre de 1825 y al menos 1855. Es el primer periódico de larga duración de la era republicana en la región sur, en este aparecieron notas periodísticas como la que vamos a comentar. En el Republicano del 05 de marzo de 1827 se lee los inconvenientes que ocacionan las crecidas del río Quilca “El capitán del puerto de Quilca don Francisco Arias Pinto comunica al señor general prefecto que para evitar los gastos crecidos que ocasionan a los pasajeros el paso del río Quilca en sus grandes avenidas  además de su detención de muchos días los prejuicios que se ocasionan a los arrieros y al comercio y el riesgo y perdidas que sucedieron el año pasado, dio orden a don Vicente Terren para que situase una lancha de 5 toneladas, que con facilidad es trasportada por medio de un cable de una a otra banda del río en su mayor creciente, que sirve de andarivel. Con esta disposición acertada del señor Arias Pinto, después de las utilidades indicadas se facilita también con dicha lancha el paso de fardos y el de cinco mulas por banda. El arancel que en el día ha fijado desde cuatro reales por cargo y dos por persona que es una mitad menos de lo que se paga a los balseros con la seguridad de que Terren responde por cualquier perdida que hubiese de lo que recibe de su lancha. Los consignatarios de los intereses que se hallan en aquel puerto que hacen frecuentes remesas a esta ciudad han convenido gustosos a que los efectos transiten por aquel punto evitando así los riesgos por el paso del río en Vítor, por donde están continuando los arrieros y pasajeros por ignorar este establecimiento en Quilca[15]. También aparecían notas sobre la llegada de buques, pasajeros y mercancías por Quilca y otros puertos.

Antonio Raimondi visito la caleta y valle de Quilca en 1863, sus observaciones sobre el valle y río Quilca las anotó en su itinerario de viaje: “En una rinconada que hacen los cerros, se halla situada la caleta de Quilca, la que es muy tranquila. Allí tocan los vapores; y es lugar de residencia de algunas familias. Esta caleta no tiene agua dulce y de consiguiente no hay producción alguna, de manera que es preciso traer todo del pueblo de Quilca, que está distante media legua. Para conocer desde el mar la ubicación de esta caleta, han construido sobre el morro de la derecha unos cercos de piedra y en el morro de la izquierda existe una asta de bandera. 1.54 Camino: al E. 2 Se observan numerosísimos esqueletos de caballos que hizo degollar el General Torrico, como represalia en una guerra civil. 2 De este sitio se domina hacia abajo el valle de Quilca. 2.10 Llegada al pueblo de Quilca. El pueblo de Quilca se halla situado en la banda derecha del río del mismo nombre a algunas cuadras de la orilla (6 a 7); es bastante pequeño y está construido sobre las faldas de los cerros que lo separan de la caleta. Sus casas, o más bien sus ranchos, son en su mayor parte, de caña revestida de barro. Muchos de ellos no tienen revestimiento. Una sola casa, la del actual gobernador, tiene aspecto decente, tanto en su exterior como en el interior. El río de Quilca está formado por la reunión del de Arequipa con el de Sihuas, cuya confluencia se verifica a 7 leguas más arriba del pueblo de Quilca. Los habitantes de este lugar se dedican al cultivo de sus chácaras sembrando Maíz, Papas, Alfalfa, etc.; algunos se ocupan de la pesca. El valle de Quilca es bastante estrecho y está encerrado por ambos lados por una cadena de cerros muy bajos. De cerro a cerro en línea recta, la quebrada de Quilca tendrá, a lo más, ¼ de legua de ancho. Casi todos los terrenos cultivados se hallan situados sobre la banda derecha del río. El río, en tiempo de sequía, tiene poca corriente y se desliza sin hacer mucho ruido. En tiempo de creciente es casi invadeable. El camino entre Quilca e Islay es muy quebrado, consistiendo en continuas subidas y bajadas. La costa del Perú, en esta zona, está cortada por innumerables quebraditas secas que bajan al mar. Hora 4.35 Salida de Quilca con dirección al NE. Enseguida se tuerce para atravesar la quebrada por un callejón, cuya dirección es E SE.  4.42 Terminan los terrenos cultivados. Se continúa la marcha al E. 4.44 Llegada al río, el que se vadea. A pocos pasos más abajo del vado, hay dos palos atravesados que sirven de puente a los peatones. Se camina algunos, pasos y enseguida se encuentra un segundo brazo del río, un poco menor que el primero, y después otro más pequeño. Se marcha por la otra banda al S y a continuación se llega a un caserío llamado el pago de Sarate. En este punto se notan muchos arbustos de Chilco. 4.51 Dirección del camino al S 40º O…”[16].

En el Derrotero de la costa del Perú de Aurelio Garcia y Garcia publicado en 1870 nos dice sobre Quilca que al término de “los barrancos está el hermoso y fértil valle de Quilca, formado en el plano de la quebrada del mismo nombre. Cerros de regular altura y cortados casi a pique, abren la quebrada al N. y S., corriendo desde la playa al interior. Los sembríos que están al centro del valle y que forman un hermoso golpe de vista, se dejan descubrir bien por la separación de los cerros. Se halla este valle bañado por el rio de su nombre, con regular abundancia de agua. En la parte S. se ve un islote acantilado limpio. Estando al frente y cerca de la boca de la quebrada, se descubre al N. de ella, una pequeña caleta de entrada angosta y cuyo lugar ofrece el mejor fondeadero para buques pequeños, y más facilidades para desembarcar. Fondo de nueve a seis brazas. Para los buques grandes el mejor paraje es al S. de la caleta, entre esta y la boca de la quebrada, cuando se tiene próximamente la puerta de la iglesia y el farallón del S., en ángulo recto. Este lugar sirvió de puerto principal á. Arequipa, durante la época del coloniaje, pero fue abandonado por la mucha resaca que se experimenta algunas veces en la caleta y mayores ventajas que ofrece Eslay. Delante del valle no hay desembarcadero. Quilca es solo concurrido en el día por buques pequeños que hacen comercio de aceite y víveres”[17].

Por su parte el historiador de la marina del Perú Rosendo Melo, escribió en 1913 que “A dos millas al E. de la anterior se halla la caleta Quilca, labrada en el barranco y capaz para embarcaciones menores: tiene dos y medio cables de profundidad por uno de ancho y fondo regular de 12 ó más brazas a entra la al interior dante de las Casas. Cuenta con un muelle refeccionado no hace mucho y al que se han agregado un pescante y una- plataforma para pasajeros. Esta cala sirve para el desembarque y embarque de pasajeros y carga de los buques mayores; los que fondean afuera, en la costa corrida, al frente y cerca de la entrada a la cala; en donde se ha de poner alguna vez una boya o baliza que servirá tanto a los que llegan como a los traficantes marítimos del lugar, economizándose tiempo y trabajo. Poco más al SE., delante del valle y río y al abrigo de la roca Lobo, estuvo el puerto principal de Arequipa, hasta 1826, año en el que se le trasladó a Islay que apenas pudo conservarse 26 años no obstante sus buenas condiciones. Lo desabrigado del fondeadero en Quilca y las bravezas de mar, determinaron el cambio de éste puerto”[18].

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

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NÚÑEZ, Estuardo (editor). Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXVII, Vol. 1: Relaciones de Viajeros. Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Lima 1971.

ORTIZ SOTELO, Jorge (Editor). Un derrotero ingles de las costas de América (1703 – 1704). Ed. Dirección General de Intereses Marítimos del Perú. Lima 1988.

ORTIZ SOTELO, Jorge (Editor). Derrotero general del mar del sur, del capitán Pedro Hurtado de Mendoza en el puerto del Callao. Año de 1730. Biblioteca Nacional del Perú. Lima 2021.

RAIMONDI, Antonio. El Perú. Itinerarios de viaje. Primer fascículo, cuaderno VI, año 1863, departamento de Arequipa. Publicado por el Banco Italiano de Lima. Imprenta Torres Aguirre. Lima 1929.    

  



[1] Núñez, E. (ed.) (1971). Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXVII, Vol. 1: Relaciones de Viajeros. Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú.

[2] CIEZA DE LEON, Pedro. La Crónica del Perú. Colección Biblioteca Peruana. Ed.  Peisa. Lima 1973. Pág. 35. 

[3] GARCILAZO INCA DE LA VEGA. Los comentarios reales de los incas. Parte I. Lib. III, cap. XIX. Imprenta Gil, Lima 194. 1 PAG. 274

[4] Un derrotero del mar del sur. El Pacífico americano a fines del siglo XVII. Rodrigo Moreno y Jorge Ortiz (editores). Biblioteca Nacional de Chile. Santiago de Chile 2018.  

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.

[7] Ibíd.

[8] Ibíd.

[9] UN DERROTERO INGLES DE LAS COSTAS DE AMERICA (1703 – 1704). Ed. Dirección General de Intereses Marítimos del Perú. Lima 1988. Pág. 84. 

[10] Derrotero general del mar del sur, del capitán Pedro Hurtado de Mendoza en el puerto del Callao. Año de 1730. Jorge Ortiz Sotelo (Editor). Biblioteca Nacional del Perú. Lima 2021.   

[11]LARTIGUE, Joseph. Descripción de la costa sur del Perú. 1822.   Ed. COFIDE. Lima 1992. Pág. 29. 

[12] Ibíd. Pág. 30.

[13] Ibíd. Pág. 31.

[14] De “Bosquejo del Perú entre 1826 y 1827” en: NUÑEZ, Estuardo. Relaciones de Viajeros. Colección documental de la independencia del Perú. T XXVII. Vol. 3. Ed. Comision nacional del sesquicentenario de la independencia del Perú.

[15] El Republicano. Sábado 5 de marzo de 1827. 

[16] Raimondi, Antonio. El Perú. Itinerarios de viaje. Primer fascículo, cuaderno VI, año 1863, departamento de Arequipa. Publicado por el Banco Italiano de Lima. Imprenta Torres Aguirre. Lima 1929.    

[17] GARCIA Y GARCIA, Aurelio. Derrotero de la costa del Perú. Imprenta del estado, Lima 1870.

[18] MELO ROSENDO, Derrotero de la costa del Perú. Lima 1913  

Derrotero de las costas del Perú – tierra firme – Chile y Nueva España sacado de diferentes cuadernos que han escrito y usado los más clásicos y experimentados pilotos deste mar del sur” publicado en 1675” – página 421.


“Derrotero de las costas del Perú – tierra firme – Chile y Nueva España sacado de diferentes cuadernos que han escrito y usado los más clásicos y experimentados pilotos deste mar del sur” publicado en 1675” – página 422.


En el “Derrotero ingles de las costas de América (1703 – 1704)” en la lámina 33 se dibuja la punta Islay, el rio Tambo y el puerto de Chule frente a la desembocadura del rio Tambo y una breve descripción: “Chule es un puerto pequeño y Aquilca (Quilca) buen puerto. Puerto de Arequipa (Islay) es un buen puerto, la tierra es baja por casi una legua”. 

Derrotero General del Mar del Sur de Hurtado de Mendoza publicado en 1730


Croquis de la costa entre Camaná, Quilca y otros atracaderos al sur. Tomado de LARTIGUE, Joseph. Descripción de la costa sur del Perú. 1822.   Ed. COFIDE. Lima 1992.




Plano del río y valle de Quilca. Tomado de LARTIGUE, Joseph. Descripción de la costa sur del Perú. 1822.   Ed. COFIDE. Lima 1992.

Plano de la quebrada y caleta de Quilca, situado el punto X en la latitud sur 16⁰42ʹ30ʹ [sic] y en la longitud de 66⁰11ʹ00ʺ occidental de Cádiz. Tomado de Library of Congress Geography and Map Division Washington, D.C. 20540-4650 USA dcu.