domingo, 19 de octubre de 2025

UN VIAJE LÍRICO HACIA LOS LATIDOS EN EL HORIZONTE DE MEJÍA

 


En el marco de la inauguración del “Centro Cultural Las Gaviotas”, presento el poemario Latidos en el horizonte de Mejia” de Diego Valero Mamani.  Este centro cultura es un espacio para la expresión de la música, la danza, el cine, el teatro, el arte de nuestro distrito y donde las voces de nuestra comunidad encontraran eco se

Las gaviotas, símbolo de libertad y de vuelo, nos inspiran a mirar más allá del horizonte. Y este este centro cultural será precisamente eso: un lugar para volar con la imaginación, para encontrarnos en el arte, para construir juntos una identidad que se nutre de historia, de paisaje y de talento.

Aquí se escucharán versos, se expresará arte, se compartirán ideas. Aquí se celebrará lo nuestro: nuestras tradiciones, nuestras voces jóvenes, nuestros recuerdos y nuestros sueños. Porque Mejía no solo es un balneario con historia y de belleza natural, es también un pueblo con alma creativa.

Y qué mejor manera de inaugurar este espacio que con la presentación del libro “Latidos en el horizonte de Mejía”, de Diego Valero. Una obra que palpita con la esencia de nuestro pueblo, que convierte cada rincón del terruño de Diego en poesía, y que nos recuerda que la cultura vive ferviente en lo cotidiano.

Felicito a todos los que hicieron posible esta hermosa infraestructura. Que Las Gaviotas vuelen alto, que nunca deje de acoger, de inspirar y de transformar. Y con el permiso de la señora alcaldesa expreso la bienvenida al nuevo corazón cultural de Mejía.

Esta noche nos reunimos también para celebrar “Latidos en el horizonte de Mejia”, una obra poética que nace del alma de “La perla del Pacifico” y late con la fuerza de su historia, su paisaje y su gente; donde el autor encontró inspiración máxima y moldeo en palabras, en versos y volcó su expresión en este libró, que no es solo una colección de 52 poemas, es un mapa emocional de nuestro paisaje, una bitácora de recuerdos, una declaración de amor a cada rincón de Mejía, como recita el verso: Las chacras de Mejía son silentes/ Porque no gritan/ Porque saben que su belleza/ Esta en ser simplemente lo que son/ Un abanico fértil/ Un poema sin palabras/ Un verso libre entre el mar y la tierra [poema Campos verdes].

Diego Valero nos invita a escuchar los susurros del amor, las pulsaciones del deseo, los ecos de la nostalgia y los silencios de invierno en Mejía que también hablan “Sobre un viejo balcón, donde la silueta de una dama se dibuja, y la sombra del ayer que se aferra con nostalgia a las rocas de la juventud”.

En “Latidos en el horizonte de Mejia”,  encontramos  52 poemas que son el testimonio del autor de sus años vividos en este hermoso  balneario, y ahora que por su trabajo radica en la ciudad de Moquegua “Extraña a Mejía”, pero como recita  en su verso “Y aunque todo haya pasado, se que cuando regrese, me recibirás sin juico, sin reclamo, como la tierra que nunca olvide”. 

Este libro creo que nace del amor de Diego por el terruño, que no se mide en mapas, documentos o conocimientos históricos, sino en afecto. Creo que Mejía para Diego no es solo un lugar: es una forma de mirar el horizonte, de nombrar la nostalgia, de celebrar la vida cotidiana, la que está presente.

Los poemas recorren la geografía, los lugares, las costumbres, la historia, los rincones poéticos de este balneario. Algunos versos son suaves como la brisa de la tarde de verano y nos invita a reflexionar frente al mar o realizar una caminata al amanecer aun con una densa “camanchaca”; otros versos, son intensos como “la zona de peligro en aguas inquietas pero que seducen con encantos”; sin embargo, todos los poemas de Diego tienen algo en común: están escritos con el corazón abierto.

Sus versos son latidos que nos conectan con lo más profundo de nuestra humanidad y nos lleven de paseo por la campiña, por la laguna, por las calles coloridas y por los recuerdos que todos guardamos dentro. Porque cuando el corazón late por Mejía, la poesía se vuelve inevitable.

En las páginas del libro encontramos versos dedicados a la Poza del Inca, Rocas Margaritas, las Palmeras Centenario, la Laguna de la Alameda o la Casa 1911, Se fue el tren y tantas otras postales que nos pertenecen, que definen a Mejía y captura la esencia de este lugar de ensueño.

En el vaivén de las páginas de “Latidos en el horizonte de Mejía”, emerge un verso que resuena como  leyenda antigua: “Visita un corsario al puerto de Chule” en referencia  corsario ingles Francis Drake, con datos  históricos  expresados en verso, Diego nos relata la mítica visita  de Drake y el asalto al navío de Hernan Bueno de Arana que aparentemente cargado de oro avivó la  ansias de Drake, pero fatal fue su sorpresa que esta nave yacía vacía como una tumba sin alma. Y el tesoro escondido en alguna parte Chule   quedo guardado para las postrimerías como la historia de este puerto de los primeros años de la Arequipa virreinal; no obstante, este poema también nos invita a zarpar hacia lo desconocido, donde la nostalgia se mezcla con la aventura como el  corsario Drake una figura entre lo heroico y lo errante, cargado de emociones, memorias y latidos que cruzan horizontes.

Diego ha sabido captar lo que muchos sentimos, pero no siempre sabemos decirlo o expresarlo: esa nostalgia de un atardecer, la magia de las rocas, el misterio de la camanchaca, el orgullo de pertenecer a este hermoso balneario. Diego nos enseña en las paginas de este libro a sentir, y a descubrir que la poesía también habita en las piedras, en los balcones, en la soledad del invierno cubierta de densa bruma y en la arena suave.

En títulos como Empanadas que perduran, Pescando algo, Lomas de Caminantes, nos invitan a mirar con nuevos ojos lo cotidiano, lo que siempre ha estado aquí como un testimonio de identidad, de pertenencia y de sensibilidad. Los versos de este libro es un homenaje al eco de la memoria en cada atardecer, a lo auténtico y pintoresco de las casas de madera, lo veraniego, lo histórico y lo alegre que caracteriza a Mejía.

Finalmente felicitamos a Diego por plasmar su creatividad, memoria e identidad de su terruño en el libro “Latidos en el horizonte de Mejía” que es un viaje íntimo por los paisajes de “La perla del pacifico” con una voz poética honesta y sensible.  Que este libro no sea el primero de los muchos que encuentren aquí su hogar, su voz y su público. Gracias, Diego, por regalarnos tus versos, por recordarnos que la poesía sigue siendo ese refugio donde el alma se desnuda sin miedo.

Gracias a todos por creer en la cultura como motor de comunidad. Que sigan los latidos, que sigan los sueños, que sigan las gaviotas volando alto.


Presentación del libro [poemario] "Latidos en el horizonte de Mejía"

Mejía, viernes 17 de octubre 2025   







martes, 14 de octubre de 2025

HISTORIA DE UNA ERUPCIÓN APOCALÍPTICA. EL HUAYNAPUTINA Y EL VALLE DE TAMBO BAJO CENIZAS EN 1600

 

Ilustración de Felipe Huaman Poma de Ayala en su "Nueva crónica y buen gobierno" donde muestra la lluvia de cenizas que cayó sobre la ciudad de Arequipa durante la erupción del volcán Huaynaputina 


El volcán Huaynaputina (4800 m.s.n.m.) se encuentra ubicado en la provincia de Omate, al extremo norte de la región de Moquegua, es uno de los siete volcanes activos de Perú localizados en la Zona Volcánica Central (ZVC) de la cordillera Occidental de los Andes. La cima con coordenadas 8162195N, 302187E (UTM – WGS 84 - Zona 19 Sur) se eleva a 2300 m sobre el cauce del río Tambo (Macedo, et al. 2018),

El volcán Huaynaputina erupciona el 19 de febrero de 1600 de una magnitud apocalíptica y sumió en una crisis a la ciudad de Arequipa y pueblos de los alrededores del sur del Perú durante meses, generando consecuencias económicas y sociales que perduraron varios años y transformó radicalmente el paisaje, la vida social y la economía de las regiones afectadas, dejando una huella indeleble en la memoria colectiva. Según Navarro (1994) dicha erupción ocasionó la muerte de aproximadamente 1500 personas en los valles de Omate y del río Tambo, además de que originó el descenso de la temperatura provocando uno de los veranos más frígidos de la historia en el hemisferio norte del planeta.

Entre las zonas más golpeadas por la furia de la erupción volcánica se encuentra el Valle de Tambo, fértil y posiblemente poco poblada en aquellos años, que quedó sepultada bajo una lluvia de cenizas, temblores continuos y la destrucción de sus cultivos y canales prehispánicos. Los testimonios de cronistas coloniales, viajeros y religiosos — como Martín de Murúa, Rodrigo de Cabredo, Simón Pérez de Torres y Vásquez de Espinosa— ofrecen una visión fragmentada pero poderosa de los efectos inmediatos y duraderos de esta catástrofe.

Como consecuencia de la caída de material ígneo al cauce del río Tambo este se represó a la altura de las faldas del volcán durante tres días; tras colapsar, el inmenso lahar siguió su cauce arrasando con todo a su alcance. Una semana después se volvió a repetir el mismo fenómeno kilómetros más abajo del primer represamiento. Entonces el Huaynaputina había intensificado su actividad, dando lugar a que el 31 de marzo el nuevo lahar colapsara y siguiera nuevamente con dirección al valle del Tambo, matando ganado e inutilizando los campos agrícolas que habían sobrevivido a la primera carga. Según algunas fuentes, la avalancha logró llegar al mar, donde dio forma a una pequeña isla (Peralta, 2021, 57).

El Ingeniero Geólogo Mario Arenas Figueroa afirma que “se observan, en el fondo de algunas quebradas del valle o en las laderas y cumbres de algunos cerros, depósitos de cenizas de la erupción de este volcán como manchas blancas en algunos cerros de Arequipa, Mollendo y Tambo. El autor de este libo observó que esta ceniza, llamada cenicero, era extraída de la quebrada Cachuyo y empleada en la fabricación de ladrillos” (Arenas, 2018, 123)

 En este artículo conoceremos el desastre que ocasionó esta erupción en el valle de Tambo, a través de las descripciones y crónicas que se escribieron durante y en tiempos posteriores a la erupción del volcán huaynaputina y trataremos de  reconstruir la historia de aquella erupción combinando fuentes documentales y relatos históricos  para comprender cómo el Huaynaputina alteró  el entorno  del Valle de Tambo; empezamos conociendo el origen del Rio e inicio del valle de Tambo en la provincia de Islay, luego la ubicación y erupción del volcán Huaynaputina y finalmente reconstruir el desastre ocasionado en el valle de Tambo y el reinicio de la agricultura.  

EL RÍO Y VALLE DE TAMBO

El río Tambo se origina en la cuenca de la cordillera occidental de los Andes peruanos; su recorrido tiene una longitud 535 kilómetros, es el de mayor extensión en toda la costa del Perú desde las provincias de San Román en la región Puno, pasando por las de Mariscal Nieto y Sánchez Cerro en Moquegua e Islay en Arequipa, donde se ubica su desembocadura. El río Tambo nace en el deshielo de los nevados de las regiones de Puno y Moquegua, el sacerdote Francisco Javier Echeverría y Morales escribió en 1804 que el río Tambo “baja desde las cordilleras y minerales de San Antonio” (Barriga, 1952, T. IV, 76) refiriéndose a las minas de San Antonio de Esquilache en Puno; sin embargo, este río no toma  el nombre de Tambo en su naciente, en su largo transito tiene diferentes denominaciones; no obstante, es en las confluencias de los ríos Paltiture o Paltituri con el río Ichuña en la región Moquegua donde surge el río Tambo.

El río Ichuña empieza en las confluencias de los ríos San Antonio y Crucero; el río San Antonio nace en el nevado Huancarane cerca de las minas de San Antonio de Esquilache en la región Puno. Por otro lado, el río San Antonio también es conocido con los nombres de Uturuncane, Oquieaque, Zorichata o Huancarane. El río Crucero nace en las lagunas de Aziruni y Jacumarini también en la región Puno. El río Paltituri o Paltiture nace en la provincia General Sánchez Cerro de la región Moquegua, toma este nombre solo en el recorrido entre el poblado de Tolapalca y su desembocadura en el río Tambo, desde el poblado mencionado hacia aguas arriba toma el nombre de Tolapalca y pertenece a la provincia de San Román en la región Puno, donde confluyen en éste varios ríos: Quemillone, Charamayo, Fundición y Ojechacha hasta su naciente en la laguna Lagunillas en la provincia de Lampa, también de la región Puno.

Según la Autoridad Local de Agua Tambo – Alto Tambo la cuenca del rio Tambo desde sus nacientes hasta su desembocadura un 75% le pertenece a la región Arequipa, 15% a la región Moquegua y 10 % a la región Puno. Los afluentes principales del rio Tambo son los ríos Coralaque, Titire, Vizcachas y el Carumas (Arenas, 2018).

El río Tambo a lo largo de la historia ha tenido diferentes nombres desde que los españoles lo conocieron, el ingeniero Mario Arenas Figueroa ha distinguido ocho denominaciones que tuvo este río a través de los siglos XVI, XVII y XVIII y sustentado con de documentos, publicaciones y mapas:

TAMPUPAILLA: antiguo nombre del río, según el cronista Antonio de Herrera, y que proviene de dos voces quechuas Tampu que significa deposito, almacén, posada, alojamiento y Pailla, que significa princesa o recolectar, recoger. Erróneamente Arrieta Malaga en su libro Mollendo Roca solitaria y Lino Benavente Lazo escribieron que Tampupailla significa “posada de la princesa”, pero si nos atenemos al aglutinamiento de la lengua quechua este significado sería correcto para Paillatampu; entonces el termino Tampupailla corresponde en significado a un depósito principal o tambo de recolección de un sitio de gran producción según Julián Palacios, quechuista puneño.

TAMBOPALLA: asignado por los españoles aproximadamente desde 1540 a un pueblo y al valle, según el documento de adjudicación de encomienda al conquistador español Diego Hernández y luego a Alonso de Cáceres. TAMPU: nombre atribuido al conquistador Diego de Almagro cuando cruzo este río en 1537, después de la fracasada expedición a Chile, en el trayecto “Pasaron por un río hondable e furioso, en el que se ahogó el desdichado Francisco Valdez, veedor de tierra firme, hijo del capitán Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista desta General Historia de Indias” (Fernández. 1959, 324).

TAMBO: Nombre simplificado de Tambopalla aproximadamente desde 1549, según documentos en el Archivo Regional de Arequipa.

IRAQUARTAMBO: Iraquartampu o Ari-Acuartampu: nombre dado por los indios de Omate, según el viajero Simón Pérez, cuando describió la erupción del volcán Huaynaputina en 1600, de allí el significado de este topónimo “Posada del demonio”, posiblemente por el desastre que ocasionó la erupción del volcán.

NOMBRE DE DIOS: Nombre dado por el cronista Antonio de Herrera en 1559, cuando este era el límite entre las audiencias de Lima y Charcas.

MADRE DE DIOS: Así figura en el mapa de Herman Moll de 1717.

ESQUINO: Llamado así en algunos atlas por el poblado y afluente del mismo nombre, que está cerca del pueblo de Puquina.

Sabemos que el río Tambo nace en las confluencias de los ríos Paltituri e Ichuña en la región Moquegua; pero, ¿dónde empieza el valle de Tambo en territorio de la provincia de Islay?; el 18 de noviembre de 1992, el ingeniero geólogo Mario Arenas Figueroa, realizó un viaje aguas arriba del río Tambo con el objeto de conocer los caseríos ubicados en esta parte del valle y ubicar los límites de este valle en la provincia de Islay con la provincias Mariscal Nieto y Sánchez Cerro de la región Moquegua; Arenas de acuerdo a la información que obtuvo a través de “el mapa político del Perú, escala 1:1´000,000 publicado por el instituto geográfico nacional (IGN), la hoja Arequipa 1988, escala 1: 250,00 publicada por IGN y la hoja Arequipa del mapa planimetrico de imágenes satélites, 1984, editado por la Oficina de Evaluación de Recursos Naturales (ONERN) y con la ayuda de las hojas de Punquina y Clesmesi, escala 1:100,000, editado por el IGN; ha establecido que los límites entre las regiones Arequipa y Moquegua en el valle de Tambo están fijados por una línea que pasa por el cerro San Francisco (1750 m.) cruza el río Tambo y continua por las cumbres del cerro Mirador o Peñadero (1740 m.) de la margen derecha” (Arenas: 1994,61).

El valle del río Tambo en la provincia de Islay empieza aguas arriba del lugar denominado Huachirando y el cerro San Francisco; limites también entre la región Arequipa con las provincias Mariscal Nieto en la región Moquegua. En 1863 Antonio Raimondi escribió que “Se da el nombre del valle de Tambo a la porción de la quebrada del mismo nombre en donde se hallan todas las haciendas de caña […] el valle de tambo tiene 12 leguas (66.87 km) de largo desde la última hacienda hasta su desembocadura en el mar, su ancho varía mucho pudiéndose calcular que tiene más de dos leguas en su desembocadura…” (Raimondi, 1929: 165).

Un testimonio del siglo XIX nos ofrece una descripción general del valle de Tambo “El valle es sumamente fértil y ameno, gozando un delicioso temperamento especialmente en la parte o término del que linda con la plaza del mar y boca del río, en distancias de solo dos leguas escasas. Su terreno en su mayor parte se halla inculto numerándose muy pocas tierras de sembrío y diez haciendas de caña […] la falta de adelantamiento de las tierras no debe ser culpable o atribuida a sus vecinos; si al caudaloso río que, no reconociendo en tiempo de avenidas, márgenes, no deja sitio recelo y pudiera con franquía cultivar todo muy especial de azúcar…” (Barriga, 1941, T.I, 59).

EL VOLCÁN HUAYNAPUTINA

El volcán Huaynaputina ubicado en el departamento de Moquegua, en la cordillera de los Andes del sur del Perú, fue conocido también con los nombres de Omate, Quinistaquillas, Chiquomate, Chiqueputina y Morro-Putina. Las poblaciones nativas de la región sur andina lo llamaron: “[…] Chiqui Omate, denominado de un pueblillo antiguo que tiene a la raíz, llamánle también Huainaputina, que quiere decir volcán nuevo o mozo, porque ha poco que echa fuego. Otros le llaman Cheque-Putina que es lo mismo que volcán de mal agüero” (Anónimo, 1600: 442).

Antonio Vásquez de Espinosa escribió  que el Huaynaputina era un “cerro pequeño en medio de una sierra,  pero los jesuitas dijeron en 1600: [...] el volcán Huaynaputína estaba en un monte, que aunque no es de demasiada altura tiene gran cepa y de circunferencia treinta leguas; remátase en lo alto con unas puntas por la parte de afuera, de suerte que hace una como forma de corona y en medío de el se levanta otra punta menos alta que las de las orillas que tendrá de bulto como una media iglesia y aquí tiene la boca” (Vásquez, 1969: 340).

El 15 de febrero de 1600 comenzaron los temblores y el 19 de febrero, el Huaynaputina hizo erupción con una violencia sin precedentes. Según el Instituto Geofísico del Perú la erupción, de tipo pliniana, fue de una magnitud 6 en la escala de Explosividad Volcánica (IEV) emanando flujos piroclásticos y ceniza que generó lahares que discurrieron por las quebradas y ríos aledaños al volcán entre ellos el río Tambo.

 Las crónicas relatan que el cielo se oscureció durante varios días y la ceniza cubrió el sol y convirtió el día en noche. Se dice que “no se veía el rostro del prójimo ni a un palmo de distancia”; la ceniza tan densa que sepultó pueblos enteros. Muchos creyeron que era el fin del mundo y las iglesias en la ciudad de Arequipa se llenaron de fieles que rezaban y confesaban sus pecados.

El cronista Bernabé Cobo escribió en 1653 que la ceniza y piedra pómez de la erupción del volcán Huaynaputina alcanzaron una altura de dos a tres lanzas (9 metros aprox.) en un radio de tres a cuatro leguas alrededor del volcán, la ceniza se esparció en una altura de un tercio de lanza a cincuenta leguas (28 km) alrededor del volcán, pero los efectos menores llegaron hasta 600 leguas de distancia. Las lluvias de cenizas llegaron hasta Tarapacá y Antofagasta por el sur, por el norte cayeron hasta los valles de Chili, Vítor, Tambo, Siguas, Ocoña y Majes y las nubes de cenizas llegaron hasta Panamá, Nicaragua y Chuquisaca (Arenas. 2017).

Raimondi llegó al cráter del Huaynaputina en 1863 y dijo que era de aproximadamente 2.5 km de diámetro y que tenía una profundidad de 100 m con paredes de 50°, 60° hasta 90 de inclinación formadas por cenizas, piedra pómez y escorias de diferentes tamaños (Raimondi,  1929, IV: 230).

Actualmente no se observa la forma volcánica del huaynaputina porque fue destruida hasta sus raíces por la erupción. En el lugar hay una depresión muy profunda ubicada en el borde de una meseta cercana al lado oeste del cañón del río Tambo. La depresión es de forma circular con un diámetro de 2.5 km y con un borde abierto hacia ese río (Arenas, 2017. 122).

DESASTRE EN EL VALLE DE TAMBO QUE OCASIONÓ LA ERUPCIÓN DEL HUAYNAPUTINA

La erupción del volcán Huaynaputina, ocurrida el 19 de febrero de 1600, fue uno de los desastres naturales más devastadores en la historia del Perú y tuvo un impacto catastrófico en el Valle de Tambo, según el Instituto Geofísico del Perú (IGP) la dispersión de la ceniza se produjo en dirección noreste y recorrió más 400 km. en dirección al Océano Pacifico impactando en los valles de la costa sur del Perú entre ellos el valle de Tambo.  Grandes cantidades de ceniza volcánica y flujos piroclásticos cayeron sobre el cauce del río Tambo que lo represaron y posterior desborde que cubrió el valle, destruyendo cultivos y fuentes de agua generando alteraciones severas en el ecosistema.



Tomado de Instituto Geofísico del Perú 2020

Las crónicas del siglo XVII describen la erupción del volcán Huaynaputina como un evento apocalíptico que devastó el sur del Perú, especialmente el Valle de Tambo y la ciudad de Arequipa. Martin de Murua, entonces Procurador General del convento de la Merced, en el capítulo XXII de su “Historia General del Perú”, titulada “La miserable ruina que vino a la ciudad de Arequipa” narra los acontecimientos de dicha ciudad los días de la erupción del volcán Huaynaputina; también, hace referencia a los desastres ocasionados en el río Tambo y la costa de Arequipa, nos dice que el río “Estuvo seco y apenas se oía…” posiblemente por el represamiento de este tras la erupción, y afirma que “estuvo tres días que no corrió agua, y otra vez doce días y, saliendo de madre, fue con tanta furia que asoló días todo el valle sin dejar heredad ni ganado, mulas, caballo y sementeras y cañaverales, que todo lo llevó y asoló”. También nos informa de los daños en el valle de Quilca donde anota que fallecieron cinco personas y los desastres en Camaná, Moquegua y valle de Tambo.  

El testimonio de fray Martín de Murúa es uno de los más valiosos sobre este desastre, Murúa documentó con detalle los estragos causados por la erupción. En el siguiente fragmento, se transcribe la parte de su obra que hace referencia directa al Valle de Tambo, ofreciendo una mirada vívida y conmovedora de los efectos que tuvo este fenómeno sobre sus habitantes y el paisaje “… El río (Tambo) con venir muy crecido, estuvo seco con que apenas se oía y todas las quebradas cercanas al volcán se secaron, y el rio de Tambo que es muy caudaloso, estuvo tres días que no corrió agua, y otra vez doce días y, saliendo de madre, fue con tanta furia que asoló días  todo el valle  sin dejar heredad ni ganado, mulas, caballo y sementeras y cañaverales, que todo lo llevó y asoló […] así viñas, olivares y cañaverales quedaron perdidos sin que diese género de cosecha alguna, y ha sido tanta la ruina que no se espera en muchos años volverán en si y se entiende el daño pasó de dos millones de ducados. Sacudieron cosas monstruosas y notables y casi increíbles, si no se vieran y palparan con las manos. Una fue que en el valle de Quilca, donde se juntan los dos ríos de los valles de Vitor y Asiguas, y hacen muy caudaloso, yendo un indio y un negro a las orillas, se acertó a bajar en aquel instante una avenida de ceniza tan brava que, cogiéndolos sin poder escapar, y al negro dio con el en el río y lo ahogó, y al indio lo pasó en vuelo a la otra banda sin hacerle mal alguno. En el valle de Quilca perecieron cinco personas, en el de palca tres, pues en los valles de Tambos, Majes, Moquegua, Camana sucedieron cosas lastimosas y para referir con lágrimas, porque no quedo en ellos olivar, calaveral, ají, sementeras y viñas que no asolase, y aun sucedió que un olivar que estaba junto a la mar, arrancallo, de raíz la ceniza y lo llevo hasta la mar, donde se venían andar los árboles.” (Murua, 1616, f361).

Por su parte Rodrigo de Cabredo coincide con Murua sobre el represamiento del río Tambo por acción de la erupción del huaynaputina “corre un gran río caudaloso y de fama que llaman río de Tambo, sobre el cual sucedió que un poco antes de caer la ceniza con la fuerza de los temblores, se derrumbó un gran pedazo del mismo monte yendo por allí el dicho río, le represó y detuvo por espacio de veintiocho horas, y como era tiempo de lluvias y el rio venia de monte a monte, rebosó el agua arriba y en hallando lugar de donde estenderse, hizo una laguna de cuatro leguas; mas, al cabo de dicho tiempo, abriéndose el agua camino y rompiendo la represa, corrió con espantosa furia…” (Lavallé, 2012.77)  Cabredo también nos informa de los efectos de esta catástrofe en el valle “que en dieciocho o veinte leguas que hay de allí a la costa no dexó (dejó) casa ni heredad, árbol ni sembrado, vaca ni yegua, carnero ni otra res que no diese con todo en la mar, o lo dexase enterrado […] Allí tenían caballeros y vecinos de ellas ricas haciendas, grandes sementeras de trigo y maíz y hermosos cañaverales de caña dulce, ingenio de azúcar, muchos ganados y pastos para ellos. Pero todo lo arrasó el río, o la mayor parte de ello”. (Lavallé, Ibíd.).

Cabredo también recoge el testimonio de un marinero, de quien no menciona su nombre, pero afirma que cuando el río Tambo ingreso al mar por su desembocadura con mucha furia que generó tormentas y “olas espantables” , y que las piedras “hechas brazas que cayeron al río, estas calentaban tanto el agua que la hacian hervir como a una caldera hirviendo, y como siempre iban cayendo las piedras sobre el agua ya caliente, haciales conservar el calor tanto, que aun junto al mar no se podía sufrir la mano adentro; con lo cual todo el pescado del río se cozió y assi muerto y cozido, la corriente lo llevo a la mar y la mar lo tornó a echar afuera y se hallaron en la playa cosidas y enteras a montones sobre setentamil licas que es uno de los pezcados regalados de este reino…” (Lavallé, Ibid).

El relato de la crónica jesuita anónima, visiblemente copia extractos de Caravedo, describe cómo, en medio de los preparativos para el carnaval en Arequipa, comenzaron a sentirse temblores y detonaciones dejando a la población de Arequipa confundida; sin embargo, pronto se reveló la magnitud del desastre. Del valle de Tambo en dicha crónica se hace la siguiente narración “Entra este río en la mar por una boca que llaman Tambo de donde toma el nombre, el qual valle tiene por esta parte una gran legua de ancho; era bistosísimo, de grande arboleda fertilidad y frescura, de donde Arequipa se proveya de madera para sus casas, y era tan espuesto a partes que si no eran los práticos allí aconteçía perderse en él. Allí tenían caballeros y gente principal de Arequipa ricas haciendas, grandes sementeros de trigo y maiz y muchos ajiales, un ingenio de açúcar, grandes cañaverales de caña dulçe, muchos ganados y pastos para ellos; y otros españoles y yndios tenían allí sus chácaras y haçiendas, de los quales a unos hiço grandes daños y a otros dexó del todo perdidos. La gente deste valle considerando que río tan grande represado en tal tiempo avía de hazer lo que hizo, con buen abiso dejando sus casas se salieron del valle a los altos, y allí guardaron la furiosa avenida, que fue con tal ynpitu y puxanga que hacía tenblar la tierra y atemoriçava a los que la miravan, que aun sobre las altas varrancas y peñascos fuertes no se tenían por seguros; 675 y un marinero que se halló allí en esta coyuntura afirmó que con aver él cursado la mar y visto en la del Norte muchas tormentas, no se acordava aver visto olas tan sobervias y espantables como las que llevava el río. Y suçedió aquí una cosa de las más nuebas y admirables que se an bisto en el orve, y fue que el volcán echó en esta represa y siempre fue echando en el río ynfinidad de piedras ynflamadas y hechas brassas; estas calentavan tanto el agua que la hazían hervir como una caldera, y como siempre yban cayendo sobre el agua ya caliente, hazíanle conservar el calor, tanto que aun junto a la mar no se podía sufrir la mano dentro en ella, con lo qual todo el pescado del río se coçió, y así muerto y coçido la corriente lo llevó a la mar y la mar lo tornó a echar fuera, y se hallaron en la playa cosidas y enteras y en montones sobre sesenta mil lizas, y muchas despedaçadas, y camarones y pejes reis, que en este río son de los mayores y mexores del Pirú, se hallaron sin número, fuera de la gran suma de ellos que se cree quedaron enterrados en el valle con la multitud de piedras y arena y otras malezas de que se cubrió todo él. Hiçose luego otra maior represa, sin comparaçión mayor, seis leguas más avajo en una estrechura que hage el río entre altas rocas, y hizo otra laguna de siete leguas. Duró desde la segunda semana de quaresma hasta el viernes de Ramos, quando salió con el furor y brabeça que no es pusible esplicarse por eçeder todo encarecimiento de palabras, trayendo sobreaguadas ynumerable suma de piedras muy grandes y de todos los tamaños que arriba se dixo cayeron cerca del volcán. Acavó esta de llevar lo que la primera avía dexado, y en particular mucho ganado mayor que como se le cubrieron los pastos con la tierra lluvia, acudió al valle a buscar agua y alguna rama, y todo lo ahogó y enterró, y dexó el balle todo cubierto con dos picas de arena y piedras y sin una hierba” (Mateos, 1944. 227).

Diego de Ocaña, fraile mercedario y cronista viajero del siglo XVII, dejó un valioso testimonio sobre la erupción del volcán Huaynaputina en el Valle de Tambo, su relato, incluido en su obra de viajes por el virreinato del Perú, ofrece una perspectiva vívida y aterradora del evento y las consecuencias en el valle: “En la mar, por la parte donde entra este río, fue tanta la çeniza que cayó allí y tierra y piedra pomiz, que contener el río de Tambo que assí se llama más de 18 brasas por la mar en hondo, a hecho allí una isla como si en toda la vida allí ubiera avido mar, sino que pareze que desde el principio fue isla; y a quedado tan firme que no se a disminuydo. Y assi los pilotos en muchos días no pudieron tomar el puerto, porque le desconoçian por aquella nueva isla que la çeniza hizo en la mar. Tiene una propiedad estraña esta çeniza: que es tan subtil, que no ay cosa que la este guaradada della, y en las caxas muy çerradas y guardadas están las ropas llenas de esta çeniza; y quando de algun çerro se desmorona alguna cosa desta çeniza, corre como arroyo de agua y se lleva quanto topa por delante; y assí derrivó muchas bodegas y paredes; passava de una parte a otra; y cosas suçedieron de gran maravilla como era sacar de las bodegas las tinajas del vino y llevarlas a otra parte con tanta facilidad y presteça como si fuera una avenida de un río muy caudaloso. Suçedió que estando un hombre muy enfermo en la cama, bajo un golpe de aquella çeniza, que venía corriendo por una questa abajo como si fuera agua, y sacó la cama del aposento donde estaba con el enfermo y se lo llebó hasta en medio de un llano. De suerte que la gente que estavan en las chacaras, cerca de algunos cerros, perecieron porque la çeniza que bajaba se llevava las cassas, como se llevó la casa de doña Leonor de Peralta, muger de Hierónimo Ran” (Ocaña, 1605).

Antonio Vásquez de Espinoza quien posiblemente estuvo en Arequipa durante la erupción del Huaynaputina nos dejó testimonio del desastre en la ciudad y la costa de; sobre el valle de Tambo escribió que “[...] por el río de Tambo bajó un río de fuego que coció el pescado en la mar por Espacio de más de dos leguas por donde entra en ella; hizo otros terribles daños en Toda la comarca, donde los ganados que escaparon de la tormenta, perecieron después de hambre por estar la tierra cubierta de ceniza, una varas, en partes más y en partes menos, y no  tener que comer [...]” (Vásquez 1969: 343).

Los testimonios sobre la erupción del volcán Huaynaputina en 1600 continuaron circulando y siendo mencionados mucho tiempo después del evento. Uno de los registros más tardíos proviene del arcediano Francisco Javier de Echevarría y Morales, quien en 1804 escribió un documento sobre el pueblo de Cayma, en Arequipa, donde hace referencia a las consecuencias de aquella erupción; Echeverría escribío que “Los manuscritos que han quedado de aquel tiempo nos dicen, que el río de Tambo, que desciende de la sierra, fue represado por espacio de 28 horas; en medio de venir con todo el caudal de sus aguas en la estación y corrió después con espantosa furia. De allí a la playa del mar hay más de 200 leguas y no dejó casa, heredad, ni sembrío en toda la quebrada. Arrastró con las vacas, caballos, mulas, carneros y con cuanto encontró. Era vistosísimo el valle por su mucha y frondosa arboleda y por la fertilidad del terreno. Ya habían muchas haciendas de trigo, maíz, ají y caña dulce, con un ingenio para molerla y oficinas para ‘‘formar los panes de azúcar’’. Todo se perdió a vista de los habitadores y labradores de el quienes, temiendo algún estrago con la suspensión del río, se habían recogido a la cumbre de los cerros, aun experimentando la lluvia de las cenizas. Vieron, pues la pujanza de la venida y sintieron el estruendo que fue tal, conmovió todo el pavimento, llegando las olas a formar borrascas y tormentas de un mar desenfrenado y soberbio.  Con la ardentía de las aguas y su ímpetu violento, quedó todo arrasado y levado a la mar, en cuya playa se vieron después las lisas, pejerreyes, camarones y demás animales cocidos y deshchos; y hasta las piedras y peñascos que desencajó de sus quicios se hallaron destrozados. Vista después de tiempo, la capacidad y espacio de la represa, se graduó de cuatro a seis leguas su extensión, habiendo quedado en los cerros la lista de las aguas” (Barriga, 1952 IV: 51-52).

Entre los testimonios que han sobrevivido al paso del tiempo destaca también el relato del viajero Simón Pérez de Torres, citado por el naturalista Antonio Raimondi en sus estudios sobre la geografía y geología del Perú. Este testimonio ofrece una visión directa y conmovedora de los efectos de la erupción sobre el Valle de Tambo “[...] hallóse un Rio muy grande, i caudaloso, que en tres Dias no pudo correr, por causa, que la Piedra, i Ceniza, que caia del Volcán le hizo parar, e impídiendole el paso, hasta que rebento por encima de dos Cerros. También la Represa de este Rio arrancó muchos Olivares; dícese el Rio Iraquartambo (rio Tambo), de Piedra, i Ceniza, cubrió la tierra veinte i cinco palmos de alto” (Raimondi, 1876 T II: 173).

Estas crónicas documentan que el impacto de la erupción del Huaynaputina no solo fue inmediato, sino que dejó una memoria persistente en la cultura y en la geografía del sur peruano.

EL VALLE DE TAMBO DESPUÉS DE LA ERUPCIÓN DEL HUAYNAPUTINA

Tras la devastadora erupción del volcán Huaynaputina en 1600, el reinicio de la agricultura en el Valle de Tambo fue un proceso lento y complejo, posiblemente marcado por la resiliencia de la población y las condiciones naturales del entorno. Las crónicas coloniales y estudios históricos indican que la agricultura comenzó a recuperarse lentamente a lo largo de las siguientes décadas posterior al año de la erupción. La ceniza volcánica, aunque inicialmente dañina, enriqueció el suelo con minerales que, con el tiempo, favorecieron la productividad agrícola, como lo ha sustentado Pedro Peralta en su tesis Los efectos de los desastres naturales en la producción vitivinícola de Moquegua y Arequipa (1600-1868) (Peralta, 2027).

Francisco Javier de Echeverría y Morales escribió que la agricultura se reinició en el valle de Tambo en 1630 porque en este año se cobraron los diezmos (Barriga, 1952, IV: 76). Probablemente este reinicio de la agricultura empezó en las lomas del valle de Tambo y no propiamente en el mismo valle; según Santiago Martínez, pocos años después de la erupción los olivares en las lomas Challascapa habrían sido sembrados por Sebastián Monteagudo, padre de sor Ana de los Ángeles de Monteagudo, este olivar fue de doña Inés de Monteagudo, hermana de la reverenda Madre, sor Ana y otro olivar contiguo fue de su sobrino don Juan de Pastrana, que sus hermanos lo vendieron en 1655 (Martínez, 1933, 8). Por su parte Echeverría también escribió que posterior a la erupción del volcán sembraron olivares en las lomas de Lucmillo, Arantas, Matarani, Islay, Tintayani, Catarindo, Majuelos, Challascapa, Villalobos, Arando, Boquerón hasta Tambo. Años después fueron sembrados en La Ensenada, El Chilcal, Chucarapi, Los Sauces, entre otros. (Barriga, 1952, IV: 77). El viajero Vásquez de Espinosa ofició una misa en un cerro del olivar de las lomas de Islay, al cual llamó Monte Carmelo, en conmemoración a Nuestra Señora del Carmen (Arenas, 2018, 128).

El fraile y cronista Antonio Vásquez de Espinosa recorrió entre 1617 y 1618 la costa de Arequipa como parte de sus viajes por América. Durante su paso por las lomas de Islay, zona cercana al área afectada por el desastre volcánico, dejó constancia escrita de los cambios que observó en el entorno y en las comunidades locales. Su testimonio, aunque posterior al evento, ofrece una valiosa perspectiva sobre las secuelas de la erupción y cómo estas seguían presentes más de una década después.

Presentamos la transcripción del fragmento en el que Vásquez de Espinosa describe sus observaciones en esta zona, contribuyendo al registro histórico de uno de los fenómenos naturales más impactantes del virreinato del Perú “De estas lomas se van 5 leguas al río de Tambo al sur; en este valle hubo fundadas a las riberas de su río ingenios de azúcar y crías de mulas y ganados: viñas y otras arboledas, pero cuando reventó el volcán que estaba en la provincia de los Ubinas, 26 leguas de Arequipa, 22 leguas de la mar, el río arriba, que era un cerro pequeño que estaba en medio de una sierra el año de 1600 arrojó de sí tanto fuego y ceniza que alcanzó la ceniza más de 200 leguas por todas partes, y cayó en los navíos que navegaban por la mar; al presente hay mucha ceniza a cabo de tanto tiempo, por espacio de más de 150 leguas como la vi cuando caminé por aquellos llanos; y así cuando reventó el volcán me certificaron vecinos fidedignos de aquella tierra, que el río de Tambo, que pasa por junto al volcán, vino lleno de grandes piedras pómez hecha fuego, que asoló y consumió todas las haciendas y ganados, y que entró de esta suerte en la mar y por más de dos leguas alrededor de donde entra en la mar coció todo el pescado en el mar, y que por aquel paraje pereció grande cantidad de pescados muertos y cocidos, que fue particular misericordia de Dios no causace pestilencias en breve lo comieran y consumieran los cóndores y gallinazos” (Vásquez, 1969, 344).

 BIBLIOGRAFÍA

Arenas, Mario. Las aventuras de un viaje a Valle Arriba. Revista La Punta Nº XXV, P. 60. Lima 1994.

Arenas, Mario. Historia General del valle de Tambo. Lima 2018.

Barriga, Víctor. Documentos para la historia de Arequipa. Ed. La Colmena. Arequipa 1939.

 Barriga, Víctor. Memorias para la historia de Arequipa. Ed. La Colmena. Arequipa 1941.

Barriga, Víctor. Los terremotos en Arequipa, 1582-1568. Ed. La Colmena. Arequipa 1951.

Huamán Poma de Ayala, Felipe.  Nueva crónica y buen gobierno. (C. Araníbar, Ed.). Biblioteca Nacional del Perú. Lima 2015

Lavallé, Bernad. Miedos terrenales, angustias escatológicas y pánicos en Arequipa a comienzos del siglo XVII.  Gobierno Regional de Arequipa/Cuzzi y Cía. Arequipa 2012.

Macedo, Luisa. Et AL. Impactos de la erupción del volcán Huaynaputina en el sur del Perú. En: Boletín de la Sociedad Geológica del Perú. N ° 14 - Resúmenes ampliados del XIX Congreso Peruano de Geología. Lima 2018.

Mateos, Francisco S.J. (editor). Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú. Crónica anónima de 1600 que trata del establecimiento y misiones de la Compañía de Jesús en los países de habla española en la América Meridional. Tomo II. Consejo Superior de Investigaciones Científicas/ Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo. Madrid1944. pp. 227-237.

Murúa, Martin. (1616). Historia General del Perú. Madrid: Getty Research Institute. España 2008.

MURUA, Martin. Extracto de “De la miserable ruina que vino a la ciudad de Arequipa”. En: Historia general del Perú.  Capitulo XXII.  Facsimile of J. Paul Getty Museum Ms. Ludwig XIII, 16. Getty Research Institute. [1616]. ff. 361v-366r. Los Angeles 2008.

Navarro, Roy. La explosión del Huaynaputina. Arequipa 1992.

Ocaña, Diego. (1605). Viaje por el nuevo mundo: de Guadalupe a Potosí, 1599-1605. (B. López de Mariscal, & A. Madroñal, Edits. Iberoamericana. Madrid 2010.

OCAÑA, Diego.  Relación del viaje de Fray Diego de Ocaña por el Nuevo Mundo (1599- 1605) (Manuscrito original de la Biblioteca de la Universidad de Oviedo). Recuperado en http://hdl.handle.net/10651/27859

Peralta, Pedro. Los efectos de los desastres naturales en la producción vitivinícola de Moquegua y Arequipa (1600-1868). Tesis para optar el título profesional de Licenciado en Historia. Universidad Nacional de San Agustín. Arequipa 2017. 

Peralta, Pedro. Desastres naturales en el sur de Perú y norte de Chile.  Una historia de terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones y epidemias (1582-1714). Universidad Nacional de Moquegua. Moquegua 2021.   

Raimondi, Antonio.  El Perú. Universidad Nacional de Ingeniería. Lima 1965.

Zamácola y Jaúregui, J. D.  Apuntes para la Historia de Arequipa. Ed.  La Bolsa. Arequipa 1888.                              

    


domingo, 5 de octubre de 2025

DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DEL VALLE DE TAMBO



𝗡𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗹𝗮𝗰𝗲 𝗮𝗻𝘂𝗻𝗰𝗶𝗮𝗿 𝗹𝗮 𝗽𝘂𝗯𝗹𝗶𝗰𝗮𝗰𝗶ó𝗻 𝗱𝗲𝗹 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼 “𝗗𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗹𝗮 𝗵𝗶𝘀𝘁𝗼𝗿𝗶𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼. 𝗦𝗶𝗴𝗹𝗼𝘀 𝗫𝗩𝗜𝗜 - 𝗫𝗫”, 𝘂𝗻𝗮 𝗼𝗯𝗿𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗿𝗲ú𝗻𝗲 𝘆 𝘁𝗿𝗮𝗻𝘀𝗰𝗿𝗶𝗯𝗲 𝘃𝗮𝗹𝗶𝗼𝘀𝗼𝘀 𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗵𝗶𝘀𝘁ó𝗿𝗶𝗰𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗮𝗿𝗿𝗮𝗻 𝗲𝗹 𝗽𝗮𝘀𝗮𝗱𝗼 𝗽𝗿𝗼𝗳𝘂𝗻𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗻𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮 𝘁𝗶𝗲𝗿𝗿𝗮 🌄.

𝗘𝘀𝘁𝗲 𝗽𝗿𝗼𝘆𝗲𝗰𝘁𝗼 𝗯𝘂𝘀𝗰𝗮 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗲𝗿𝘃𝗮𝗿 𝗹𝗮 𝗺𝗲𝗺𝗼𝗿𝗶𝗮 𝗰𝗼𝗹𝗲𝗰𝘁𝗶𝘃𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗩𝗮𝗹𝗹𝗲 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼 - 𝗔𝗿𝗲𝗾𝘂𝗶𝗽𝗮, 𝗼𝗳𝗿𝗲𝗰𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗮𝗰𝗰𝗲𝘀𝗼 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗲 𝘆 𝗱𝗶𝗴𝗶𝘁𝗮𝗹 𝗮 𝗳𝘂𝗲𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗵𝗶𝘀𝘁ó𝗿𝗶𝗰𝗮𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗰𝗼𝗻𝘀𝗲𝗿𝘃𝗮 𝗲𝗹 𝗔𝗿𝗰𝗵𝗶𝘃𝗼 𝗔𝗿𝘇𝗼𝗯𝗶𝘀𝗽𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗔𝗿𝗲𝗾𝘂𝗶𝗽𝗮; 𝗰𝗮𝗱𝗮 𝗽á𝗴𝗶𝗻𝗮 𝗻𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗻𝗲𝗰𝘁𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝗹𝗮𝘀 𝗿𝗮í𝗰𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗻𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮 𝗶𝗱𝗲𝗻𝘁𝗶𝗱𝗮𝗱.
𝗣𝘂𝗲𝗱𝗲𝘀 𝗱𝗲𝘀𝗰𝗮𝗿𝗴𝗮𝗿 𝗲𝘀𝘁𝗲 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼 𝗶𝗻𝗴𝗿𝗲𝘀𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗮 𝗹𝗮𝘀 𝘀𝗶𝗴𝘂𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗱𝗶𝗿𝗲𝗰𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝘄𝗲𝗯:
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https://www.academia.edu/143818450/DOCUMENTOS_PARA_LA_HISTORIA_DEL_VALLE_DE_TAMBO
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🔍 ¿𝗤𝘂é 𝗲𝗻𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮𝗿á𝘀 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼?
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• 𝗥𝗲𝗻𝘁𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼 𝟭𝟴𝟬𝟮. 𝗥𝗮𝘇ó𝗻 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗿𝗲𝗻𝘁𝗮𝘀, 𝗲𝗺𝗼𝗹𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝘆 𝗽𝗲𝗻𝘀𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗲 𝗰𝘂𝗿𝗮𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
𝟳) 𝗗𝗼𝘀 𝗶𝗻𝘃𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿𝗶𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼 𝗲𝗻 𝟭𝟳𝟵𝟭 𝘆 𝟭𝟴𝟭𝟰 (𝗻𝗼𝘁𝗮 𝗽𝗿𝗲𝗹𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮𝗿)
• 𝗜𝗻𝘃𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗶𝗴𝗹𝗲𝘀𝗶𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗔𝘀𝘂𝗻𝗰𝗶ó𝗻 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼 𝘆 𝘀𝘂 𝘃𝗶𝗰𝗲𝗽𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗖𝗼𝗰𝗼𝘁𝗲𝗮. 𝟭𝟳𝟵𝟭 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
• 𝗜𝗻𝘃𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼 𝗱𝗲 𝟭𝟴𝟭𝟰 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
𝟴) 𝗨𝗻 𝗽𝗹𝗲𝗶𝘁𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗮 𝗰𝗵𝗮𝗰𝗿𝗮 𝗟𝗮 𝗣𝗮𝗹𝗺𝗮 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲 𝗲𝗹 𝗰𝘂𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼 𝘆 𝘂𝗻𝗮 𝗶𝗻𝗱𝗶𝗮 𝗲𝗻 𝟭𝟳𝟵𝟱 (𝗻𝗼𝘁𝗮 𝗽𝗿𝗲𝗹𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮𝗿)
• 𝗦𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗲𝗹 𝗱𝗲𝘀𝗽𝗼𝗷𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗶𝘇𝗼 𝗲𝗹 𝗮𝗰𝘁𝘂𝗮𝗹 𝗰𝘂𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼 𝗱𝗼𝗰𝘁𝗼𝗿 𝗱𝗼𝗻 𝗠𝗮𝗻𝘂𝗲𝗹 𝗗𝗲𝗹𝗴𝗮𝗱𝗼 𝗠𝗼𝗿𝗮𝗹𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝗰𝗵𝗮𝗰𝗮𝗿𝗶𝗹𝗹𝗮 𝗹𝗹𝗮𝗺𝗮𝗱𝗮 𝗟𝗮 𝗽𝗮𝗹𝗺𝗮 𝗿𝗲𝘀𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝗿𝗲𝗳𝗲𝗿𝗶𝗱𝗼 𝘃𝗮𝗹𝗹𝗲 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗽𝗼𝘀𝗲í𝗮 𝗣𝗲𝘁𝗿𝗼𝗻𝗶𝗹𝗮 𝗥𝗼𝘀𝗮𝗱𝗼, 𝘃𝗶𝘂𝗱𝗮 𝗱𝗲 𝗩𝗶𝗰𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗦𝗮𝗻𝘀𝗼𝗻, 𝗶𝗻𝗱𝗶𝗼 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
𝟵) 𝗗𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗹𝗮 𝗵𝗶𝘀𝘁𝗼𝗿𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗩𝗶𝗰𝗲𝗽𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗡𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮 𝗦𝗲ñ𝗼𝗿𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗖𝗮𝗿𝗺𝗲𝗻 𝗱𝗲 𝗟𝗮 𝗣𝗮𝗺𝗽𝗶𝗹𝗹𝗮 (𝗻𝗼𝘁𝗮 𝗽𝗿𝗲𝗹𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮𝗿)
• 𝗖𝘂𝗲𝗻𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗰𝗮𝗿𝗴𝗼 𝘆 𝗱𝗮𝘁𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗿𝗶𝗻𝗱𝗼 𝘆𝗼 𝗲𝗹 𝗳𝘂𝗻𝗱𝗮𝗱𝗼𝗿 𝗱𝗼𝗻 𝗙𝗲𝗹𝗶𝘇 𝗠𝗮𝘁𝗶𝗮𝘀 𝗟𝗼𝗮𝘆𝘇𝗮, 𝘁𝗲𝗻𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗰𝘂𝗿𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝘃𝗮𝗹𝗹𝗲 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼, 𝗮𝘀í 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗹𝗶𝗺𝗼𝘀𝗻𝗮𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗲 𝗿𝗲𝗰𝗶𝗯𝗶𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝘃𝗲𝗰𝗶𝗻𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗯𝗮𝗻𝗱𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗣𝗮𝗹𝗺𝗮, 𝗕𝗼𝗺𝗯ó𝗻 𝘆 𝗖𝗮𝘁𝗮𝘀, 𝗰𝗼𝗹𝗲𝗰𝘁𝗮𝗱𝗮𝘀 𝗽𝗼𝗿 𝗗𝗼𝗻 𝗠𝗮𝘁𝗶𝗮𝘀 𝗔𝘀𝗰𝘂ñ𝗮, 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗴𝗮𝘀𝘁𝗼𝘀 𝗵𝗲𝗰𝗵𝗼𝘀 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗻𝘀𝘁𝗿𝘂𝗰𝗰𝗶ó𝗻 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗶𝗴𝗹𝗲𝘀𝗶𝗮 𝘆 𝗽𝗮𝗿𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗰𝗲𝗹𝗲𝗯𝗿𝗮𝗿 𝗲𝗹 𝗦𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗦𝗮𝗰𝗿𝗶𝗳𝗶𝗰𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗠𝗶𝘀𝗮 𝗲𝗳𝗲𝗰𝘁𝘂𝗮𝗱𝗮 𝗽𝗼𝗿 𝗼𝗿𝗱𝗲𝗻 𝗱𝗲𝗹 𝗶𝗹𝘂𝘀𝘁𝗿í𝘀𝗶𝗺𝗼 𝘀𝗲ñ𝗼𝗿 𝗘𝗻𝗰𝗶𝗻𝗮, 𝗱𝗶𝘀𝘁𝗶𝗻𝗴𝘂𝗶𝗱𝗼 𝗢𝗯𝗶𝘀𝗽𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗳𝘂𝗲 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗱𝗶ó𝗰𝗲𝘀𝗶𝘀 𝗱𝗲 𝗔𝗿𝗲𝗾𝘂𝗶𝗽𝗮 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
• 𝗖𝘂𝗲𝗻𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗰𝗮𝗿𝗴𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗰𝗼𝗻 𝗳𝗲𝗰𝗵𝗮 𝟱 𝗱𝗲 𝗮𝗴𝗼𝘀𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝟭𝟴𝟭𝟴 𝗶𝗻𝘀𝘁𝗿𝘂𝘆𝗲𝗻 𝘃𝗲𝗰𝗶𝗻𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗯𝗮𝗻𝗱𝗮 𝗱𝗲 𝗟𝗮 𝗣𝗮𝗹𝗺𝗮 𝘆 𝗬𝗾𝘂𝗶𝘁𝗶𝗿𝗶 𝗮𝗹 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗯í𝘁𝗲𝗿𝗼 𝗱𝗼𝗻 𝗠𝗮𝘁𝗵𝗶𝗮𝘀 𝗟𝗼𝗮𝘆𝘇𝗮, 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗹𝗶𝗺𝗼𝘀𝗻𝗮𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗶𝗰𝗶𝗲𝗿𝗼𝗻 𝘆 𝗱𝗲𝗽𝗼𝘀𝗶𝘁𝗮𝗿𝗼𝗻 𝗲𝗻 𝘀𝘂𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀, 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘁𝗲𝗻𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗰𝘂𝗿𝗮, 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗲𝗱𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮𝗿 𝗹𝗮 𝘃𝗶𝗰𝗲𝗽𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲 𝗰𝗼𝗺𝗲𝗻𝘇ó 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗮ñ𝗼 𝗱𝗲 𝟭𝟴𝟭𝟲 𝘆 𝟭𝟴𝟭𝟳 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
• 𝗘𝘅𝗽𝗲𝗱𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗮𝗽𝗿𝗼𝗯𝗮𝗰𝗶ó𝗻 𝗱𝗲 𝗰𝘂𝗲𝗻𝘁𝗮𝘀 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗲𝗻𝘁𝗮𝗱𝗮𝘀 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗹 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗯í𝘁𝗲𝗿𝗼 𝗱𝗼𝗻 𝗙é𝗹𝗶𝘅 𝗠𝗮𝘁𝗵𝗶𝗮𝘀 𝗟𝗼𝗮𝘆𝘇𝗮 𝗿𝗲𝗹𝗮𝘁𝗶𝘃𝗮𝘀 𝗮 𝗹𝗼 𝗴𝗮𝘀𝘁𝗮𝗱𝗼 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗳á𝗯𝗿𝗶𝗰𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗩𝗶𝗰𝗲 𝗣𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝗯𝗮𝗻𝗱𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗿í𝗼. 𝗔ñ𝗼 𝟭𝟴𝟭𝟴 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
• 𝗜𝗻𝘃𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗰𝗼𝘀𝗮𝘀 𝗲𝘅𝗶𝘀𝘁𝗲𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗖𝗮𝗽𝗶𝗹𝗹𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝗯𝗮𝗻𝗱𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝗻 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲𝗴𝗮𝗱𝗼 𝗲𝗹 𝗣𝗿𝗲𝘀𝗯í𝘁𝗲𝗿𝗼 𝗗𝗼𝗻 𝗠𝗮𝘁𝗵𝗶𝗮𝘀 𝗟𝗼𝗮𝘆𝘇𝗮, 𝗮 𝗱𝗶𝗲𝘇 𝘆 𝘀𝗲𝗶𝘀 𝗱í𝗮𝘀 𝗱𝗲𝗹 𝗺𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗮𝗯𝗿𝗶𝗹 𝗱𝗲 𝗺𝗶𝗹 𝗼𝗰𝗵𝗼𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗱𝗶𝗲𝘇
• 𝗜𝗻𝘃𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗰𝗼𝘀𝗮𝘀 𝗲𝘅𝗶𝘀𝘁𝗲𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗖𝗮𝗽𝗶𝗹𝗹𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝗯𝗮𝗻𝗱𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝗻 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲𝗴𝗮𝗱𝗼 𝗲𝗹 𝗣𝗿𝗲𝘀𝗯í𝘁𝗲𝗿𝗼 𝗗𝗼𝗻 𝗠𝗮𝘁𝗵𝗶𝗮𝘀 𝗟𝗼𝗮𝘆𝘇𝗮, 𝗮 𝗱𝗶𝗲𝘇 𝘆 𝘀𝗲𝗶𝘀 𝗱í𝗮𝘀 𝗱𝗲𝗹 𝗺𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗮𝗯𝗿𝗶𝗹 𝗱𝗲 𝗺𝗶𝗹 𝗼𝗰𝗵𝗼𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗱𝗶𝗲𝘇 𝘆 𝗼𝗰𝗵𝗼 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
• 𝗜𝗻𝘃𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗩𝗶𝗰𝗲 -𝗽𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗡𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮 𝗦𝗲ñ𝗼𝗿𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗖𝗮𝗿𝗺𝗲𝗻 𝗱𝗲 𝗟𝗮 𝗣𝗮𝗹𝗺𝗮 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝗯𝗮𝗻𝗱𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗿𝗶𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝘃𝗮𝗹𝗹𝗲 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼 𝗳𝗼𝗿𝗺𝗮𝗱𝗼 𝗲𝗻 𝘃𝗲𝗶𝗻𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝗷𝘂𝗹𝗶𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝗮ñ𝗼 𝗱𝗲 𝗺𝗶𝗹 𝗼𝗰𝗵𝗼𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝘃𝗲𝗶𝗻𝘁𝗲 𝘆 𝘀𝗲𝗶𝘀, 𝘆 𝗿𝗲𝘃𝗶𝘀𝗮𝗱𝗼 𝗲𝗻 𝗱𝗶𝗰𝗶𝗲𝗺𝗯𝗿𝗲 𝗱𝗲 𝗺𝗶𝗹 𝗼𝗰𝗵𝗼𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗰𝘂𝗮𝗿𝗲𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝘂𝗻𝗼 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
• 𝗥𝗮𝘇ó𝗻 𝗱𝗲𝗹 𝗶𝗻𝗴𝗿𝗲𝘀𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗶𝗺𝗼𝘀𝗻𝗮𝘀 𝘁𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝗽ú𝗯𝗹𝗶𝗰𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝗽𝗲𝘁𝗶𝘁𝗼𝗿𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗶𝗴𝗹𝗲𝘀𝗶𝗮 𝗲𝗻 𝗹𝗼𝘀 𝗱𝗼𝗺𝗶𝗻𝗴𝗼𝘀 𝘆 𝗱í𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗳𝗶𝗲𝘀𝘁𝗮, 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘁𝗮𝗺𝗯𝗶é𝗻 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗳á𝗯𝗿𝗶𝗰𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗯𝗮𝘂𝘁𝗶𝘀𝗺𝗼𝘀 𝘆 𝗲𝗻𝘁𝗶𝗲𝗿𝗿𝗼𝘀 𝗱𝗲𝘀𝗱𝗲 𝗺𝗲𝗱𝗶𝗮𝗱𝗼𝘀 𝗱𝗲𝗹 𝗺𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗷𝘂𝗹𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗮ñ𝗼 𝗱𝗲 𝟭𝟴𝟮𝟲 𝗵𝗮𝘀𝘁𝗮 𝟭𝟳 𝗱𝗲 𝗱𝗶𝗰𝗶𝗲𝗺𝗯𝗿𝗲 𝗱𝗲 𝟭𝟴𝟰𝟬 𝗲𝗻 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝘃𝗶𝗰𝗲-𝗽𝗮𝗿𝗿𝗾𝗼𝘂𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗡𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮 𝗦𝗲ñ𝗼𝗿𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗖𝗮𝗿𝗺𝗲𝗻 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗣𝗮𝗹𝗺𝗮, 𝘃𝗮𝗹𝗹𝗲 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼, 𝗿𝗲𝗰𝗶𝗯𝗶𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗹 𝘁𝗲𝗻𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗰𝘂𝗿𝗮 𝗳𝗿𝗮𝘆 𝗣𝗮𝗯𝗹𝗼 𝗔𝗿𝗿𝗶𝘀𝘂𝗲ñ𝗼. (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
𝟭𝟬) 𝗨𝗻 𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝟭𝟴𝟰𝟯 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗹𝗮 𝗳𝗼𝗿𝗺𝗮𝗰𝗶ó𝗻 𝗱𝗲𝗹 𝗽𝘂𝗲𝗯𝗹𝗼 𝗱𝗲 𝗟𝗮 𝗣𝘂𝗻𝘁𝗮 (𝗻𝗼𝘁𝗮 𝗽𝗿𝗲𝗹𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮𝗿)
• 𝗟𝗼𝘀 𝘃𝗲𝗰𝗶𝗻𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗣𝘂𝗻𝘁𝗮 𝗽𝗶𝗱𝗲𝗻 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲 𝗵𝗮𝗹𝗹𝗮 𝘀𝗶𝘁𝘂𝗮𝗱𝗮 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗣𝗮𝗺𝗽𝗶𝗹𝗹𝗮 𝗽𝗮𝘀𝗲 𝗮 𝗹𝗮 𝗣𝘂𝗻𝘁𝗮 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
𝟭𝟭) 𝗦𝗼𝗹𝗶𝗰𝗶𝘁𝘂𝗱 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗰𝗲𝗹𝗲𝗯𝗿𝗮𝗿 𝗲𝘂𝗰𝗮𝗿𝗶𝘀𝘁í𝗮𝘀 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗼𝗿𝗮𝘁𝗼𝗿𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗵𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗱𝗮 𝗕𝗼𝗺𝗯ó𝗻 𝗲𝗻 𝟭𝟴𝟰𝟴 (𝗻𝗼𝘁𝗮 𝗽𝗿𝗲𝗹𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮𝗿)
• 𝗗𝗼𝗻 𝗠𝗮𝗻𝘂𝗲𝗹 𝗧𝗼𝗿𝗿𝗲𝘀, 𝘃𝗲𝗰𝗶𝗻𝗼 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼, 𝘀𝗼𝗹𝗶𝗰𝗶𝘁𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗹 𝗮𝘆𝘂𝗱𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝗟𝗮 𝗣𝗮𝗺𝗽𝗶𝗹𝗹𝗮 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗮 𝗰𝗲𝗹𝗲𝗯𝗿𝗮𝗿 𝗱𝗼𝘀 𝗺𝗶𝘀𝗮𝘀 𝗲𝗻 𝗹𝗼𝘀 𝗱í𝗮𝘀 𝗳𝗲𝘀𝘁𝗶𝘃𝗼𝘀, 𝘂𝗻𝗮 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝘀𝗮 𝗱𝗲 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹 𝘆 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝘃𝗶𝗰𝗲𝗽𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
𝟭𝟮) 𝗘𝗹 𝗦𝗲ñ𝗼𝗿 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗗𝗲𝘀𝗮𝗺𝗽𝗮𝗿𝗮𝗱𝗼𝘀: 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗶𝗻𝗳𝗼𝗿𝗺𝗮𝗰𝗶ó𝗻 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝘀𝘂 𝗼𝗿𝗶𝗴𝗲𝗻 𝗲𝗻 𝗣𝘂𝗻𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗕𝗼𝗺𝗯ó𝗻 (𝗻𝗼𝘁𝗮 𝗽𝗿𝗲𝗹𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮𝗿)
• 𝗘𝗻𝘁𝗿𝗲𝗴𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗲𝗳𝗶𝗴𝗶𝗲 𝗱𝗲𝗹 𝗰𝗿𝘂𝗰𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮𝗱𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘅𝗶𝘀𝘁í𝗮 𝗲𝗻 𝗦𝗮𝗻 𝗣𝗲𝗱𝗿𝗼 𝗮𝗹 𝗰𝘂𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗧𝗮𝗺𝗯𝗼. 𝟭𝟴𝟲𝟮 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
𝗨𝗻 𝗮𝗰𝘁𝗼 𝗱𝗲𝘀𝗮𝗴𝗿𝗮𝘃𝗶𝗼 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮 𝘀𝘂 𝗗𝗶𝘃𝗶𝗻𝗮 𝗠𝗮𝗷𝗲𝘀𝘁𝗮𝗱 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗣𝘂𝗻𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗕𝗼𝗺𝗯ó𝗻 𝗲𝗻 𝟭𝟴𝟵𝟬 (𝗻𝗼𝘁𝗮 𝗽𝗿𝗲𝗹𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮𝗿)
• 𝗔𝗰𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗱𝗲𝘀𝗮𝗴𝗿𝗮𝘃𝗶𝗼 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮 𝘀𝘂 𝗱𝗶𝘃𝗶𝗻𝗮 𝗺𝗮𝗷𝗲𝘀𝘁𝗮𝗱 (𝗱𝗼𝗰𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼)
𝟭𝟯) 𝗘𝗹𝗲𝘃𝗮𝗰𝗶ó𝗻 𝗮 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝘁𝗲𝗴𝗼𝗿í𝗮 𝗱𝗲 𝗽𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮 𝗹𝗮 𝘃𝗶𝗰𝗲𝗽𝗮𝗿𝗿𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗟𝗮 𝗣𝘂𝗻𝘁𝗮 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝘃𝗮𝗹𝗹𝗲 𝗱𝗲 𝘁𝗮𝗺𝗯𝗼 𝗲𝗻 𝟭𝟵𝟮𝟭

sábado, 17 de mayo de 2025

EL TEATRO EN MOLLENDO

 


El teatro como expresión cultural y como recinto se remonta a la Grecia clásica del siglo V a.C. y a lo largo de la historia las ciudades han procurado tenerlo como un espacio de cultura y recreación. Mollendo, desde su fundación en 1871, procuró tener uno, posiblemente para el esparcimiento luego del arduo trabajo portuario; También, por ser una ciudad cuya población cosmopolita familiarizada con las culturas y costumbres de diversos países se mostró abierta al teatro, además, de ser el puerto de Mollendo la puerta de ingreso de compañías de teatro para sus presentaciones en la ciudad de Arequipa y otras del sur andino.

El lugar y construcción del teatro

El teatro de Mollendo, actualmente ubicado frente a la plaza Grau, la primera de este puerto, el pasaje Wilson y 28 de julio que desembocan en la antigua estación del ferrocarril y el Jirón Arequipa, avenida que termina en el malecón Ratty, anteriormente hotel Champin. El terreno inicialmente perteneció al Consejo Provincial de Islay, que en 1891 acordó cederlo a la Compañía de Bomberos. Esta decisión se debió a que, tiempo antes, los bomberos habían construido un "teatro" de materiales simples en un local denominado "Indo Club", el cual fue utilizado para ofrecer representaciones líricas y dramáticas a cargo de los voluntarios y algunas compañías que visitaban el puerto.

Las funciones generaron ingresos que fueron destinados a aumentar los fondos de la Compañía de Bomberos permitiéndoles adquirir materiales de mayor calidad y, así, construir un local para la estarían de bomberos. Este nuevo espacio no solo serviría como sede de la Compañía de Bomberos, sino también como un lugar de alquiler, con la intención de ser una obra benéfica y un ornato para la comunidad.

En 1905, gracias a la cesión del terreno por parte del Consejo Provincial, así como a la donación de madera proveniente de sobrantes de la construcción de la “Casa Cazorla” y otras viviendas cercanas construidas en esa época, se pudo edificar el actual Cine-Teatro de Mollendo.

Este inmueble sirvió durante muchos años como alojamiento para la Compañía de Bomberos. Su diseño, de influencia californiana-norteamericana, se destacó por su color original verde. A medida que el puerto de Mollendo ganaba popularidad, el cine-teatro se consolidó como un importante punto de llegada para grandes compañías líricas de nivel internacional, así como para destacados actores teatrales.

La edad de oro del teatro en Mollendo

En la edad de oro del teatro en Mollendo las compañías arribaban primero al “Puerto Bravo” y en su corta estadía ofrecían una o dos funciones; además, las agrupaciones teatrales de Arequipa se animaban a reponer sus representaciones en los veranos mollendinos; también, las compañías argentinas que llegaban a esta ciudad por Bolivia ofrecías sus funciones escénicas.

 Según el diario arequipeño La Bolsa, en enero de 1901, “la “Compañía Navarro” actuó en el llamado “Teatro de los Bomberos” (cinema teatro), poniendo en escena las obras “El rey que rabió”, “Don Juan Tenorio” y “Las tentaciones de San Antonio”, esta última en beneficio del hospital el Carmen recién inaugurado”.   Por su parte en el diario local El Puerto anunció que el 25 de febrero (1901) “se presentaba la “Compañía Juvenil” con la puesta de la zarzuela “La Marcha de Cadiz”.

Luego, el 18 de febrero de 1903, llego la compañía de zarzuela de los grandes artistitas Angel Zanz y Zoila Cespedes y poco después, pese al ambiente epidémico reinante, una compañía de opera denominada “Lombardi” que no pudo continuar hasta Arequipa, porque las autoridades le notificaron que existía estado de cuarentena en Mollendo, por lo que tuvieron que permanecer en la localidad. Más tarde, en 1907, José Tallavía, gloria de la escena española, de regreso a Arequipa y en espera del barco para continuar viaje, ofreció hasta dos presentaciones, presentando “El Mistico”, famosa obra de Santiago Ruiseñol, cuya presentación fue de calidad extraordinaria.

De teatro a cine

Inicialmente esta construcción tenía pensado tener un uso exclusivo de teatro; sin embargo, en los años 1920 aproximadamente, con el avance de la tecnología y la llegada del cinematógrafo, se convirtió también en un cine, dándole mayor concurrencia debido a la popularidad y la innovación del cine en esos años.

El cine-teatro de Mollendo género en sus años de funcionamiento una dinámica muy movida con la llegada de la cinematografía. Un testimonio en redes sociales de este momento de la historia cultural del “Puerto Bravo” es la siguiente “Una de las cosas que más recuerdo con nostalgia de mi niñez es ir de la mano de mi abuela a la plaza Grau para poder ver los carteles colgados en la pared del viejo Cine Teatro de Mollendo que anunciaban los estrenos de las mejores películas del momento. Estreno entre comillas porque a Mollendo llegaban varios meses después que en los cines de Lima y Arequipa. Era toda una fantasía ir de letrero en letrero mirando las diferentes escenas de las películas y contando las horas para poder darle el ticket de ingreso al señor Valdivia y poder vivir entre maderas viejas y olor a humedad la magia del cine en la zona de platea. Había también la mezzanine que era la zona elegida por los más chacoteros y que dicen algunos que alguna vez incluso llegaron a orinar hacia la platea como refrescando las noches calurosas del verano. De niño nunca supe porque al terminar la función y al abrir las puertas de par en par a los mayores los recibía un cordón de policías y militares y los subían al urbanito como si hubieran comprado una entrada VIP que incluía dejarlos en sus casas, cuando crecí recién supe que era la leva y ese viaje era de frente al cuartel del que en más de una vez me sacaron mis padres. Hoy el cine teatro está más viejo que nunca. Hay quienes opinan q da mal aspecto y desean botarlo para dar paso a una zona turística. Lo cierto es q cada vez que paso por el Cine Teatro mi corazón toma nuevamente la mano de mi abuela para ver la cartelera como aquellos años que no volverán”.          

En la actualidad

Con el pasar de los años y el poco mantenimiento que se le ha dado a este patrimonio, ha cambiado totalmente el significado para la ciudad, debido a que antes este era un hito de concentración para recreación, presentaciones, salidas con amigos, lo que daba vida a sus alrededores, como lo son la Plaza Grau, el Malecón Ratti, etc. Este hito mantenía a dicha zona del centro histórico de Mollendo con una dinámica totalmente activa; sin embargo, en este momento la edificación se encuentra en un estado de abandono muy alto; exteriormente no se ven estos daños a excepción del techo que parte de él, debido a la humedad y al deterioro, comenzó a caerse.

El deterioro y la falta de mantenimiento mayor lo podemos notar en el interior, donde vemos partes del techo mencionadas anteriormente, ornamentación faltante, acumulación de basura y estructuras faltantes Debido a su falta uso a través del tiempo, la zona donde se encuentra ubicado el cine-teatro quedó falto de dinámicas sociales a partir de ciertas horas, representando ser un lugar desolado e inseguro para personas que vivan por esta zona. Algunas personas, por falta de conocimiento de la importancia que representa esta edificación y en un intento fallido de solución, proponen demoler esta construcción y hasta en algunos casos incendiarla.

Bibliografía

DE TORRES MUÑOZ, Manuel. Monografía de Mollendo. Lima 1971.

LEÓN CUEVA, Daniela, CASTRO SALAZAR, Fernanda. Edificio híbrido: Propuesta de restauración y puesta en valor del Cine Teatro de Mollendo bajo el procedimiento en gestión de la preservación de edificios patrimoniales en el centro histórico de la ciudad, 2024. Tesis presentada para obtener el título de arquitectos. UCSM. Arequipa 2024. 




























sábado, 29 de marzo de 2025

EL PUENTE DE FIERRO DE MOLLENDO

 

Quien aprecia la había de Mollendo desde el malecón Ratty observa en primer plano el puente peatonal de fierro que une este espacio con el peñón y península denominado “Isla Ponce”. Se denominó por muchos años “Puente Enrique Meiggs”, pues se atribuyó al ingeniero norteamericano su construcción.

Su historia se remonta al año de 1920 cuando la empresa inglesa The Peruvian Corporation Limited, proyecta la construcción de un puente peatonal que sirviera para sortear el escollo existente entre la ciudad, las playas y evitar accidentes de pobladores porteños y foráneos que busca de los refrescantes baños de mar cruzaban las líneas férreas frente a la estación del ferrocarril; no obstante, la estructura metálica fue del puente fue fundida en junio de 1862 por la empresa estadounidense Phoenix Iron Company  de Philadelphia, como se aprecia en una de sus pilastras. Posiblemente el puente  estuvo en otro lugar  y trasladado a inicios del siglo XX al puerto de Mollendo.

INAUGURACIÓN

El Puente fue inaugurado el 28 de julio de 1921 con motivo del primer Centenario de la Independencia Nacional, uniendo después las casas de la “Isla Ponce” destinadas entonces al personal inglés de la P.C.L.; son cuatro casonas de estilo anglosajón construidas en 1928  cuya senda  compuesta por un amplio camino en rampa junto a la peñolería que conduce directamente a las playas de Mollendo. Por debajo del puente había el tendido de los ramales de la línea férrea que iban directamente al muelle del puerto de Mollendo.

ESTRUCTURA

El puente de fierro peatonal tiene 69.30 metros de largo por 2.30 metros de ancho, la pasarela es de madera de 2.5 pulgadas barandas y balaustradas de una peculiar forma propia de una época de los grandes cambios en la vida del puerto.

En cuanto a su estructura el puente de fierro peatonal es idéntico al puente de fierro de Arequipa. El detalle importante e histórico radica en la manufactura de sus estructuras, fueron hechas por la Phoenix Iron Company de Philadelphia (Pennsylvania) patentadas el 17 de junio de 1866 época de los grandes progresos de la ingeniería e industrias siderometalúrgicas de mediados del siglo XIX en los Estados Unidos, (se puede ver la marca de fábrica en relieve en todas sus estructuras).

Tiene ocho pares de pilastras de hierro remachado se emplea en la fábrica del mencionado puente, estructuras metálicas, roblones, pernos, cerchas, y templadores.

DESGRACIA EN EL ANIVERSARIO

La noche de vísperas del CXXII aniversario de Mollendo, año de 1993, un grupo de personas de todas las edades abarrotaron el puente para poder apreciar la serenata y la quema de fuegos artificiales cuando de pronto un ruido de fierro y cuartones antiguos de madera sorprendió a la multitud posicionada en la añeja baranda de una parte del puente despalmándose de momento y cayendo, casi 8 metros, un centenar de personas que por la desesperación corrieron sin darse cuenta de esta caída. Se suspendieron las actividades por aniversario del “Puerto bravo” y población en acción solidaria colaboró en el rescate y evacuación de los heridos y fallecidos.       

PATRIMONIO CULTURAL

El 8 de marzo de 1991 por R.J. Nro. 348-91-INC es declarado Monumento Histórico, y es parte integrante del listado de Patrimonios de la Nación.

COLOFÓN

Es mudo testigo de muchos acontecimientos en la historia de Mollendo, por allí transitaron cientos de miles de turistas, inmigrantes de ultramar, dignatarios, ricos y pobres o simplemente curiosos de las actividades fabriles del puerto en la época de oro de Mollendo. Los puentes metálicos son especialmente atractivos desde el punto de vista técnico e histórico, ya que están ligados al ferrocarril, este puente es un referente de las tecnologías constructivas del mundo del siglo XIX. También sirve como mirador que permite observar el mar y el muelle turístico.