Los derroteros, crónicas y mapas como
fuentes históricas son importantes porque nos permiten comprender el pasado,
interpretar la geografía histórica y relacionarla con el presente. El puerto y
valle de Quilca ha sido mencionado en este tipo de documentos desde el siglo
XVI aproximadamente; en este artículo comentaré
una selección once fuentes históricas que consideramos las más importantes por
la riqueza de información que contienen con el objeto de conocer las descripciones de la geografía
histórica de este puerto y valle dese inicios del periodo virreinal hasta el
siglo XIX.
La selección de estas fuentes
históricas son las siguientes: la breve
información que nos brindó el príncipe de los cronistas Pedro Cieza de León y
el Inca Garcilaso de la Vega, los itinerarios en el “Derrotero
de las costas del Perú – tierra firme – Chile y Nueva España sacado de
diferentes cuadernos que han escrito y usado los más clásicos y experimentados
pilotos deste mar del sur” publicado en 1675, del “Derrotero ingles de las
costas de América (1703 – 1704)”, del “Derrotero General del Mar del Sur de Hurtado de Mendoza”
publicado en 1730, la información minuciosa de la
“Description de la cote du Pérou. Par M. Lartigue” (Descripción de la costa del
Perú. Por M. Lartigue) de 1822; las impresiones del viajero inglés Samuel Haigh
quien visitó Quilca en 1826 y las publicó su libro de viaje “Bosquejo del Perú
entre 1826 y 1827”; una crónica en el semanario El Republicano del 05 de marzo de 1827; la descripción
geográfica de Antonio Raimondi quien recorrió desde Atico hasta Islay en 1863 y
las bitácoras de navegación y descripción geográfica de los derroteros del
contralmirante Aurelio García y García de 1870, y del capitán de navío Rosendo
Melo de 1913.
Hemos organizado estas fuentes
históricas en los siguientes subtítulos: “Quilca
en la visión de Pedro Cieza de León y Garcilaso de la Vega”, empezamos
comentado lo que escribió el príncipe de los cronistas, Pedro Cieza de León,
quien en su recorrido que hizo por el Perú entre 1548 y 1550 afirmó esta zona de
la costa sur peruana es agreste; también tomamos como referencia al Inca
Garcilaso de la Vega quien escribió que el puerto de Quilca era importante para
Arequipa y por él se comercializada con el sur andino. Un segundo título de
este artículo hemos denominado “Quilca en
los derroteros del siglo XVI – XIX” donde uno de los más importantes y
primigenio es el “Derrotero de las costas del Perú – tierra
firme – Chile y Nueva España sacado de diferentes cuadernos que han escrito y
usado los más clásicos y experimentados pilotos deste mar del sur” publicado en 1675 y editado por la Biblioteca
Nacional de Chile, entre las páginas 421 a la 425 se encuentra exacta
información sobre el valle de Camaná hasta la punta Islay donde se ubica el
puerto de Quilca además de los mapas que donde se dibuja la caleta y valle de
Quilca. También consigamos la lámina 33 del “Derrotero
ingles de las costas de América (1703 – 1704)” se dibuja la punta Islay, el
río Tambo y el puerto de Chule frente a la desembocadura del río Tambo y
denomina al puerto en estudio como Aquilca. Consideramos también al “Derrotero General del
Mar del Sur de Hurtado de Mendoza” publicado en 1730, donde se precisa la distancia que hay del
valle de Camaná a la caleta de Quilca; no obstante, confunde a este con la
caleta de Aranta y realiza el dibujo de esta zona de la costa sur peruana.
Finalmente tomamos para este subtitulo la
abundante información de Quilca que precisa la “Description de la cote du Pérou. Par M. Lartigue” (Descripción de
la costa del Perú. Por M. Lartigue) de 1822, que es el informe oficial de la
Marina de Guerra de Francia encargado a la fragata “La Clorinde”, al mando del capitán
de navío Barón Armand de Mackau, para que hiciera una descripción de las costas
de Chile y Perú con el objeto de “Mostrar el pabellón del rey y dar protección
eficaz a los navíos franceses que se encontraban en esos mares [y] observar lo
que pueda interesar o favorecer a nuestro comercio…”. Los reconocimientos de
los lugares visitados y el trazo de los planos de los mismos fueron realizados
por los alféreces Lartigue y Fleury. La información minuciosa de hace del puerto
y valle de Quilca nos hace suponer que la verdadera razón de esta misión era
recolectar información para Francia con el objeto de ingresar el comercio de la
industria francesa en nuestro país. También es importante este documento porque
se inserta un plano del
río y valle de Quilca, y un croquis de la costa sur del Perú.
Bajo el subtítulo “Un plano de 1825”
insertamos el plano de la caleta y quebrada de Quilca elaborado por orden del
Comandante General de las Fuerzas Navales del Mar del Pacifico el Señor Don
Roque Guruzeta, Capitán de Navío de la Real Armada y Comandante del navío Aiza,
y confeccionado aparentemente por el primer piloto graduado de alférez de navío
don José Ignacio de Sierra, en noviembre de 1824. Precisamos que en la imagen
hace referencia al valle a parte de la quebrada que conforma la caleta. La riqueza de este plano consta en la
información que detalla en la leyenda del mismo y la explicación se hace del
fondo de la rada, caminos y los lugares, principalmente para abastecerse de agua.
Debemos aclarar que el pueblo de Quilca en el plano lo ubica cerca al rio, y no
sobre el cerro como está actualmente. No
obstante, en el plano hace referencia al Callao por equivocación.
Un cuarto subtitulo denominado “Dos viajeros en Quilca” donde hacemos
referencia al inglés Samuel Haigh y al naturalista italiano Antonio Raimondi.
Haigh fue un joven empleado de nacionalidad inglesa que fungió como agente
comercial de una casa comercial de Londres. Lo poco que se conoce de este
personaje procede de sus propios escritos. Poseía un alto grado de sensibilidad
para captar las impresiones y expectativas de la gente, describiendo hechos y
costumbres, además de “tener contacto
directo con personajes de su tiempo como José de San Martín, Manuel Belgrano,
Bernardo O’Higgins, Simón Bolívar y Bernardo de Monteagudo”[1].
Haigh visitó América del Sur durante una década, llegando a Río de la Plata en
1817 y visitando diversas ciudades de Argentina, Chile y Perú. Durante su
estadía en Chile se mostró partidario de los patriotas en la lucha por la
independencia. Estuvo en Perú entre los años 1826 y 1827, conociendo las
ciudades de Arequipa y Lima. Es justamente en su travesía hacia la “Ciudad Blanca” que desembarca en el
puerto de Quilca, procedente de Arica, y la describe como un lugar que “contiene solamente pocas chozas de indios y
los habitantes están sumidos en la pobreza hasta los mismos labios”.
En los “Itinerarios
de viaje” de 1863 Antonio Raimondi plasmó sus impresiones de la costa sur
de Arequipa, el naturalista estuvo solo un par de horas en el puerto y valle de
Quilca en su recorrido a Islay y valle de Tambo; de Quilca escribió lo
siguiente “El pueblo de Quilca se halla
situado en la banda derecha del río del mismo nombre a algunas cuadras de la
orilla, es bastante pequeño y está construido sobre las faldas de los cerros
que lo separan de la caleta. Sus casas, o más bien sus ranchos, son en su mayor
parte, de caña revestida de barro. Muchos de ellos no tienen revestimiento. Una
sola casa, la del actual gobernador, tiene aspecto decente, tanto en su
exterior como en el interior”.
Finalmente, con el subtítulo “Quilca en la
república” hemos tomado información del semanario El Republicano que da cuenta
de la actividad incipiente portuaria en Quilca y los estragos que ocasiona las
crecidas del río Quilca; por último, los datos minuciosos de los derroteros del contralmirante Aurelio García y
García de 1870, y del capitán de navío Rosendo Melo de 1913 quienes hacen una
descripción geográfica del fondero, muelle, población y valle de Quilca. A
continuación, hacemos recopilamos la información de estas fuentes históricas.
QUILCA EN LA VISION DE PEDRO CIEZA DE LEÓN Y GARCILAZO DE LA VEGA
Podemos afirmar que una de las
referencias más antiguas sobre Quilca es la que brinda Pedro Cieza de León, a fines del siglo XVI, “toda esta costa es brava, más adelante esta
otro rio que le llaman Camana, y adelante esta también otro llamado Quilca.
Cerca de este rio media legua esta una caleta muy buena y segura, donde los
navíos paran. Llaman a este puerto Quilca, como al rio; y de lo que en él se
descarga se provee a la ciudad de Arequipa, que esta del puerto diez y siete
leguas tierra dentro…”[2].
Durante el periodo del virreinato la caleta de
Quilca era conocida como puerto, anqué no lo fue oficialmente; se ha demostrado
que a consecuencia del arenamiento del antiguo puerto de Chule por la erupción
del volcán Huaynaputina en febrero de 1600 Quilca paso a ser el puerto
administrativo de Arequipa; no obstante, sirvió a inicios del periodo del
virreinato para embarcar la plata que extraían de Potosí hacia Lima; según el
cronista Garcilaso de la Vega[3] el
mineral era traído a lomo de auquénidos pero esta actividad decayó con el
surgimiento del puerto y la villa de San Marcos de Arica, en tiempos del virrey
Toledo.
QUILCA EN
LOS DERROTEROS DEL SIGLO XVI - XIX
En el “Derrotero de las costas del Perú –
tierra firme – Chile y Nueva España sacado de diferentes cuadernos que han
escrito y usado los más clásicos y experimentados pilotos deste mar del sur”
publicado en 1675, sobre la caleta de Quilca en la página 421 se escribió lo
siguiente: “Caleta de Quilca / Cruz /
Isleta / Valle de Quilca. Desde Ocoña al valle de Quilca hay once leguas de
costa brava. Camaná es lugar de españoles e indios. En este puerto de Quilca se
ha de dar fondo adonde está puesta la cruz, un cuarto de legua de la isla que
está a la entrada del dicho puerto. Y al nordeste de ella hay fondo de doce y
quince brazas. En la caleta de Quilca pueden entrar navíos porque en ella hay
mucha bonanza de mar, y también hay mucha suma de peje y redes que lo cogen
allí. Es toda tierra cortada a pique, y sobre Camaná, más. Y tiene unas manchas
blancas de arena, las cuales son también tajadas a la mar y blanquean mucho”[4].
En la página 422 del mismo derrotero se lee: “De Camaná a la caleta de Quilca hay cinco leguas. En esta caleta
entran navíos pequeños. Teniendo un faralloncillos que allí verás al sureste,
surgen los navíos grandes y estarán media legua de la caleta. Avísote que, si
vinieres en demanda de dicha caleta de Quilca, y no pudieres tomar el puerto por
calmarte el viento o ir las aguas abajo, que por sotavento hay surgidero en
veinte brazas, y así como se descubre la playa de Camaná, has de dar fondo, que
todo es limpio y seguro. Está esta caleta de Quilca en diez y siete grados de
la parte del sur”[5]. Y
en la página 424 se hace referencia a caletas contiguas a Quilca “Quebradas que hace esta tierra y no se ven
de la mar / Valle de Quilca. Punta de Camaná / Demostración del puerto de la
Guata conforme está / [Cruz] Caleta / [Cruz] Surgidero / Caleta. El que viniere
a buscar este puerto de la Guata esté advertido que si viene lejos de tierra no
podrá ver las caletas. Ha de venir desde Hilai [Islay] costeando cerca de
tierra a dar con la isla y punta de Cornejo, que está cuatro leguas de Islay,
que luego se ve. Es una punta muy blanca y la dicha isla de Cornejo se hace
punta porque está pegada a ella, como parece en su pintura, que no se ve si es
isla hasta que van por dentro de ella para el puerto. Pasar cerca de ella que
todo es seguro. Virar con la proa a una restinga que está encima del agua, que
estará de la dicha isla tres cuartos de legua. Y la restinga estará del
surgidero tres cuadras. Pasar desviado de ella una buena cuadra y dar fondo
donde está puesta la cruz, y de allí se entra en la caleta. En este surgidero
hay muchas ratoneras, y a mí se me cortaron tres cables. Tener cuidado de
aforrar bien los cables hasta la mitad, y Dios te ayude”[6].
En la página 425 de este mismo derrotero se
lee: “Isla de Cornejo / Surgidero /
[Cruz] Punta de Ilay [Islay] en 17 grados escasos. Entrada / Restinga / Isla de
Cornejo / Entrada / Punta de Islay / Caleta / [Cruz]. De la caleta de Quilca al
puerto de Islay hay siete leguas. Y para surgir en el dicho puerto de Islay se
ha de entrar por entre la punta y el farellón que está más cerca de ella,
pasando por entre el farellón y la baja que está en tierra, y dar fondo adonde
está puesta la cruz en 24 brazas de agua”[7].
Y en la página 426 “[Isla del Guano] De
la caleta de Quilca al puerto de Chule hay diez leguas. Córrese de noroeste
sureste. De Quilca a la isla del Guano hay tres leguas. [Islay] De la isla del
Guano a Islay hay cuatro leguas. Y se surge en Islay de la parte de adentro de
unos farellones que allí verás. Hay mucho fondo, que has de surgir en cuarenta
brazas o más de fondo. Estos farellones son cuatro o cinco. Son blancos y por
ellos se conoce el puerto de Islay. No se entra en la caleta”[8].
En la lámina se menciona los
siguientes lugares: Moro de Atico, Rocks
of pescadores (roca de pescadores), ocna (Ocoña), Camana, vale of Aquilca
(valle de Quilca), I. (isla) Cornejo, Port of Aquilca (Puerto de Quilca), point of Chilay (Punta de Islay), Chule, R.
(Río) Tambo, port Arequipa (¿?), vulcan of Arequipa (volcán
Misti), point of Hilo (punta de Ilo), R. Camba (río Locumba).
Por otro lado en el Derrotero General del Mar del Sur de Hurtado de
Mendoza publicado en 1730, precisa la distancia que hay del valle de Camaná a
la caleta de Quilca “De camana a Quilca,
que por otro nombre se llama Aranta hay cinco leguas”[10].
Aparentemente se confunde a Aranta con Quilca en este documento.
El Alférez de la Marina de Guerra Francesa
Joseph Lartigue visitó Quilca en 1822
cuando esta caleta era el lugar principal para el embarque y desembarque del
comercio a la ciudad de Arequipa, en su “descripción de la costa sur del Perú –
1822” nos dice que para fondear en esta “se
debe tomar conocimiento de la Punta Cornejo antes de ir a buscar el fondeadero.
Es difícil como ya se ha dicho, distinguir dicha punta; pero su coloración
rojiza, así como la diferencia entre las alturas que están al N. y al S.
servirán para conocerla”[11]. En efecto el óxido de los minerales
expuestos de la ladera de la punta que
forma esta caleta era la referencia para ubicarla desde altamar.
El mismo alférez francés hace una descripción
precisa del fondeadero, nos dice que está ubicado “hacia S. 5° de la pequeña iglesia de Quilca, con 18 brazas de agua.
Sobre arena gris fina, en el lugar en que un peñasco poco elevado y cercano a
la punta de Quilca yace en el N. 70° E. se encuentran 120 brazas a 2 cables
hacia el O. de dicho fondeadero. Hay hacia el N. pequeños espacios donde el
fondo es bueno, pero están rodeados de cascajo y de rocas; luego, si se va aun
más al N. el fondo allí es muy irregular. Parece que los fondos sobre los
cuales el plomo indica fango, no están cubiertos sino por una capa muy delgada,
bajo el cual se encuentran peñascos, o bien, que dichos fondos de fango, tal
vez profundos, están sembrados con una gran cantidad de rocas, porque todos los
barcos que han ancado sobre su fondo de fango, han tenido sus amarras gastadas.
Cuando el rio se desborda, el agua es muy cenagosa; las corrientes son fuertes
y varían constantemente de dirección, estas arrastran las capas de lodo que recubren
algunas partes del fondo ubicadas en las cercanías de la desembocadura del
actual rio”[12].
Esta descripción del alférez Lartigue es importante porque nos da una precisión
del fondo marino de la caleta, que
explícitamente dice es muy fangoso, y por lo tanto complicado de atracar un
navío.
Por otro lado, Lartigue también menciona un
lugar en la caleta de Quilca donde se puede fondear sin complicaciones: “hacia el S.E. del lugar descrito
anteriormente, pero se estaría demasiado lejos de tierras y las comunicaciones
serian más difíciles. Se amarra con un
ancla grande hacia el S.S.O. y con un ancla de golpe hacia el N.N.E. el
calabrote pasado por la popa para mantenerse quieto con el oleaje. La
corriente, que lleva algunas veces con fuerza hacia el S.E., puede romperse los
calabrotes, si no se ha tenido la preocupación de no utilizar sino amarras
capaces de resistir. Dicho fondeadero está sobre una llanura que comienza en la
costa N. del valle de Quilca, lo atraviesa luego y continúa hacia el S. hasta una gran
distancia, sin separarse de la costa[13]”.
Sobre el valle de Quilca Lartigue anotó lo
siguiente: “El valle de Quilca está cubierto de árboles y de verdor; está ubicada en una garganta
estrecha flanqueada por montañas áridas más altas y más escarpadas por el lado
del N. que por el lado del S. aquello contribuye a serlo reconocible desde
bastante lejos”. Aparentemente Quilca no ofrecía condiciones apropiadas
para el desarrollo de un puerto según lo antes mencionado; en 1813 el brigadier
Pezuela demoro cuarenta días en navegar desde el callao hasta Quilca, resalta
finalmente este marino francés.
UN PLANO DE
1825
[superior izquierda] PLANO DE LA
QUEBRADA Y CALETA DE QUILCA. Situado en el punto X. en la latitud sur 16°
42’ 30 ´ y en la longitud de 66° 11´00´
occidental de Cádiz. Levantado por orden del Comandante General de las Fuerzas
Navales del Mar del Pacifico el Señor Don Roque Guruzeta, Capitán de Navío de
la Real Armada y Comandante del navío Aiza. Por el primer piloto graduado de
alférez de navío don José Ignacio de Sierra. En noviembre de 1824. Deslindado y presentado en la comandancia de
piloto de este departamento de Cadiz en 25 de noviembre de 1825. José Ignacio
de Sierra
[inferior derecho] PLANO DE LA CALETA DE QUILCA. Los números
de la sonda son de las brazas castellanas de 6 pies cada una. Escala de 40
varas castellanas. EXPLICACIÓN. Este tenedero es bueno y de arena en los puntos
que manifiestan las anclas. Los navíos fondean siempre poniendo al morro de
Arequipa al N. 45°E. y la vigia de la caleta de Quilca al N. 16° 0´ corregidos:
en este paraje está franco brisa para dar la vela, como igualmente de la
corriente que corre al NO, y SE con violencia en los días de conjunción y oposición
de luna en el placer del morro de Arequipa, que en los canales profundos tienen
varias direcciones, habiéndose notado correr de 15 a 20 días hacia una parte y
luego cambia. En ningún punto de esta ensenada se puede desembarcar por la
mucha resaca que de continuo hay del SSO y solo si con mucha comodidad lo
pueden hacer en la caleta de Quilca. La aguada se hace con mucho trabajo,
fondeando la lancha fuera de la resaca y con andarivel se revisten las
quarterolas a tierra vienen tapadas para que no se introduzca el agua del mar;
pero las gentes comisionen a la aguada deben precisamente hacer su viaje por
tierra. Los vientos en esta costa son bonancibles, pues si los hubiese fuertes
y acompañados de la mar del S.S.O. se perderían muchos en la costa. Estos vientos
están sujetos a variar dos o tres cuartas del S.E. que es el mar reinante, para
el S., y para el E. Los números de la
sonda son de 6 pies de Burgos, sin sujeción a mareas, cada una y la variación
de las aguadas 11° N.E.
A. Punta de Quilca
B. Caleta, pueblo y vigía de Ídem
C. Camino de Camaná
D. Ídem de Arequipa
E. Ídem del Callao
F. Río de Quilca
G. Sitio donde se hace aguada
H. Iglesia y ranchería del Callao
I.
Quebrada
de Quilca
J.
Morro
de Arequipa
A.
F. P. Indica arena fina parda - F. Fango - L.
Lama - CH. Chinos = 60/0 manifiesta que con 60 brazas no se halló fondo.
DOS VIAJEROS
EN EL PUERTO DE QUILCA
El inglés Samuel Haigh visitó Quilca en 1826 y publicó su libro de
viaje “Bosquejo del Perú entre 1826 y 1827”, de Quilca tuvo las siguientes
impresiones “Llegados mis informes, resolví seguir a Quilca (desde Arica) para
descargar allí las mercaderías y llevarlas a Arequipa, ciudad de importancia
considerable, treinta leguas al interior. En consecuencia, levamos anclas el 18
de junio y nos dirigimos a Quilca. Nada puede ser más fastidioso al viajero que
navegar perezosamente al largo de la costa desolada. La vista de un barco, en
tal caso, es grande alivio porque parece asegurarnos de no estar solos en el
mundo. El cuarto día echamos anclas frente a Quilca que no es más que una rada
abierta. Aquí encontramos el barco de S. M. Mersey a cuyo bordo almorcé la
mañana siguiente con el capitán Ferguson que deseaba visitar Arequipa y
convenimos en partir a esa ciudad el día siguiente. La entrada en lo que se
llama Quilca es una caleta estrecha en cuyo interior hay siempre un gran
rompiente. El tener a Arica como lugar de miseria, solamente demuestra que
juzgamos las cosas por comparación, pues Quilca pronto me convenció que en la
profundidad más honda quizás haya otra más profunda. El lugar contiene
solamente pocas chozas de indios y los habitantes están sumidos en la pobreza
hasta los mismos labios. Desafío que haya gente viviendo en grado de mayor
miseria. Tropas de caballería argentinas se hallaban en Quilca para embarcarse
con destino a Chile; eran simple esqueleto del regimiento de Granaderos a
caballo, formado por el general San Martin y que había combatido en todas las
campañas de la Revolución; pero la guerra con España había terminado con la
completa derrota del ejercito realista, y el resto de las tropas argentinas y
chilenas, mal pagadas, mal alimentadas, y en la mayor indisciplina se
embarcaron para Chile en los transportes que esperaban en la rada. Yo había
comprado un caballo y una mula en Chile para mi uso y traídolos en el
bergantín, pues esos animales son muy escasos y caros en el Perú; se llevaron
atados del pescuezo al bote y nadaron con felicidad hasta la orilla. Después de
haber estado confinados por tanto tiempo a bordo, se alegraron sobremanera de volver
a tierra y cabriolaron y cocearon de tal modo que pasó algún tiempo antes de
apaciguarse para ponerlos enfrenar. Todo estaba listo para la partida, y el
capitán Ferguson, mister Andrwes y yo, el sirviente y el arriero, montados en
mulas salimos para Arequipa. Hay dos caminos de Quilca a Arequipa uno por la
aldea de Siguas y otro por la llanura de Pampas Coloradas y el valle llamado
los Infiernos. Una montaña empinada se levanta sobre Quilca, se sube en hora y
media; arriba la llanura se extiende casi hasta Arequipa; pero es un arenal en
que no se ve ni un parche de vegetación y la arena es de blancura deslumbrante
muy mala para la vista al menor viento, y cuando el día está sereno y un sol
rajante cae sobre las cabezas, excesivamente molesta. Innumerables montículos
de arena, formados por el viento, están desparramados por el llano; con
frecuencia cambian de posición. Los arrieros temen estos vientos, pues una vez
perdidos el camino, es a menudo muy difícil y dudoso volver a tomar y lo mismo
seria hallarse en medio del desierto africano. Aquí, cuando se soporta un sol
tropical ardiente con las patas del caballo sumidas en la arena hasta la
ranilla, con nada en que descansar los ojos fuera de esta fina arena blanca,
limitada a lo lejos por rocas y montañas desiertas, filosofaba hasta donde
llegaba la avidez humana. La sola vista de esta región del Perú es bastante
para apagar los bríos del más osado. La naturaleza parece haber colocado aquí
sus tesoros minerales para impedir que el hombre llegue a ellos…”[14].
PUERTO DE
QUILCA EN LA REPÚBLICA
El Republicano fue un semanario oficial de
Arequipa publicado entre el 26 de noviembre de 1825 y al menos 1855. Es el
primer periódico de larga duración de la era republicana en la región sur, en
este aparecieron notas periodísticas como la que vamos a comentar. En el Republicano del 05 de marzo de
1827 se lee los inconvenientes que ocacionan las crecidas del río Quilca “El capitán del puerto de Quilca don
Francisco Arias Pinto comunica al señor general prefecto que para evitar los
gastos crecidos que ocasionan a los pasajeros el paso del río Quilca en sus
grandes avenidas además de su detención
de muchos días los prejuicios que se ocasionan a los arrieros y al comercio y
el riesgo y perdidas que sucedieron el año pasado, dio orden a don Vicente
Terren para que situase una lancha de 5 toneladas, que con facilidad es
trasportada por medio de un cable de una a otra banda del río en su mayor
creciente, que sirve de andarivel. Con esta disposición acertada del señor
Arias Pinto, después de las utilidades indicadas se facilita también con dicha
lancha el paso de fardos y el de cinco mulas por banda. El arancel que en el
día ha fijado desde cuatro reales por cargo y dos por persona que es una mitad
menos de lo que se paga a los balseros con la seguridad de que Terren responde
por cualquier perdida que hubiese de lo que recibe de su lancha. Los
consignatarios de los intereses que se hallan en aquel puerto que hacen
frecuentes remesas a esta ciudad han convenido gustosos a que los efectos
transiten por aquel punto evitando así los riesgos por el paso del río en
Vítor, por donde están continuando los arrieros y pasajeros por ignorar este
establecimiento en Quilca[15].
También aparecían notas sobre la llegada de buques, pasajeros y mercancías por
Quilca y otros puertos.
Antonio Raimondi visito la caleta y
valle de Quilca en 1863, sus observaciones sobre el valle y río Quilca las
anotó en su itinerario de viaje: “En una
rinconada que hacen los cerros, se halla situada la caleta de Quilca, la que es
muy tranquila. Allí tocan los vapores; y es lugar de residencia de algunas
familias. Esta caleta no tiene agua dulce y de consiguiente no hay producción
alguna, de manera que es preciso traer todo del pueblo de Quilca, que está
distante media legua. Para conocer desde el mar la ubicación de esta caleta,
han construido sobre el morro de la derecha unos cercos de piedra y en el morro
de la izquierda existe una asta de bandera. 1.54 Camino: al E. 2 Se observan
numerosísimos esqueletos de caballos que hizo degollar el General Torrico, como
represalia en una guerra civil. 2 De este sitio se domina hacia abajo el valle
de Quilca. 2.10 Llegada al pueblo de Quilca. El pueblo de Quilca se halla
situado en la banda derecha del río del mismo nombre a algunas cuadras de la
orilla (6 a 7); es bastante pequeño y está construido sobre las faldas de los
cerros que lo separan de la caleta. Sus casas, o más bien sus ranchos, son en
su mayor parte, de caña revestida de barro. Muchos de ellos no tienen
revestimiento. Una sola casa, la del actual gobernador, tiene aspecto decente,
tanto en su exterior como en el interior. El río de Quilca está formado por la
reunión del de Arequipa con el de Sihuas, cuya confluencia se verifica a 7
leguas más arriba del pueblo de Quilca. Los habitantes de este lugar se dedican
al cultivo de sus chácaras sembrando Maíz, Papas, Alfalfa, etc.; algunos se
ocupan de la pesca. El valle de Quilca es bastante estrecho y está encerrado
por ambos lados por una cadena de cerros muy bajos. De cerro a cerro en línea
recta, la quebrada de Quilca tendrá, a lo más, ¼ de legua de ancho. Casi todos
los terrenos cultivados se hallan situados sobre la banda derecha del río. El
río, en tiempo de sequía, tiene poca corriente y se desliza sin hacer mucho
ruido. En tiempo de creciente es casi invadeable. El camino entre Quilca e
Islay es muy quebrado, consistiendo en continuas subidas y bajadas. La costa
del Perú, en esta zona, está cortada por innumerables quebraditas secas que
bajan al mar. Hora 4.35 Salida de Quilca con dirección al NE. Enseguida se
tuerce para atravesar la quebrada por un callejón, cuya dirección es E SE. 4.42 Terminan los terrenos cultivados. Se
continúa la marcha al E. 4.44 Llegada al río, el que se vadea. A pocos pasos
más abajo del vado, hay dos palos atravesados que sirven de puente a los
peatones. Se camina algunos, pasos y enseguida se encuentra un segundo brazo
del río, un poco menor que el primero, y después otro más pequeño. Se marcha
por la otra banda al S y a continuación se llega a un caserío llamado el pago
de Sarate. En este punto se notan muchos arbustos de Chilco. 4.51 Dirección del
camino al S 40º O…”[16].
En el Derrotero de la costa del Perú de
Aurelio Garcia y Garcia publicado en 1870 nos dice sobre Quilca que al término
de “los barrancos está el hermoso y
fértil valle de Quilca, formado en el plano de la quebrada del mismo nombre.
Cerros de regular altura y cortados casi a pique, abren la quebrada al N. y S.,
corriendo desde la playa al interior. Los sembríos que están al centro del
valle y que forman un hermoso golpe de vista, se dejan descubrir bien por la
separación de los cerros. Se halla este valle bañado por el rio de su nombre,
con regular abundancia de agua. En la parte S. se ve un islote acantilado
limpio. Estando al frente y cerca de la boca de la quebrada, se descubre al N.
de ella, una pequeña caleta de entrada angosta y cuyo lugar ofrece el mejor
fondeadero para buques pequeños, y más facilidades para desembarcar. Fondo de
nueve a seis brazas. Para los buques grandes el mejor paraje es al S. de la
caleta, entre esta y la boca de la quebrada, cuando se tiene próximamente la
puerta de la iglesia y el farallón del S., en ángulo recto. Este lugar sirvió
de puerto principal á. Arequipa, durante la época del coloniaje, pero fue
abandonado por la mucha resaca que se experimenta algunas veces en la caleta y
mayores ventajas que ofrece Eslay. Delante del valle no hay desembarcadero.
Quilca es solo concurrido en el día por buques pequeños que hacen comercio de
aceite y víveres”[17].
Por su parte el historiador de la marina del
Perú Rosendo Melo, escribió en 1913 que “A
dos millas al E. de la anterior se halla la caleta Quilca, labrada en el
barranco y capaz para embarcaciones menores: tiene dos y medio cables de
profundidad por uno de ancho y fondo regular de 12 ó más brazas a entra la al
interior dante de las Casas. Cuenta con un muelle refeccionado no hace mucho y
al que se han agregado un pescante y una- plataforma para pasajeros. Esta cala
sirve para el desembarque y embarque de pasajeros y carga de los buques
mayores; los que fondean afuera, en la costa corrida, al frente y cerca de la
entrada a la cala; en donde se ha de poner alguna vez una boya o baliza que
servirá tanto a los que llegan como a los traficantes marítimos del lugar,
economizándose tiempo y trabajo. Poco más al SE., delante del valle y río y al
abrigo de la roca Lobo, estuvo el puerto principal de Arequipa, hasta 1826, año
en el que se le trasladó a Islay que apenas pudo conservarse 26 años no
obstante sus buenas condiciones. Lo desabrigado del fondeadero en Quilca y las
bravezas de mar, determinaron el cambio de éste puerto”[18].
BIBLIOGRAFÍA
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[2] CIEZA DE LEON, Pedro. La Crónica del Perú. Colección Biblioteca
Peruana. Ed. Peisa. Lima 1973. Pág.
35.
[3] GARCILAZO INCA DE LA VEGA. Los comentarios reales de los incas.
Parte I. Lib. III, cap. XIX. Imprenta Gil, Lima 194. 1 PAG. 274
[4] Un derrotero del mar del sur. El Pacífico americano a fines del
siglo XVII. Rodrigo Moreno y Jorge Ortiz (editores). Biblioteca Nacional de
Chile. Santiago de Chile 2018.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] Ibíd.
[9] UN DERROTERO INGLES DE LAS COSTAS DE AMERICA (1703 – 1704). Ed.
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[10] Derrotero general del mar del sur, del capitán Pedro Hurtado de
Mendoza en el puerto del Callao. Año de 1730. Jorge Ortiz Sotelo (Editor).
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[11]LARTIGUE, Joseph. Descripción de la costa sur del Perú. 1822. Ed. COFIDE. Lima 1992. Pág. 29.
[12] Ibíd. Pág. 30.
[13] Ibíd. Pág. 31.
[14] De “Bosquejo del Perú entre 1826 y 1827” en: NUÑEZ, Estuardo.
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XXVII. Vol. 3. Ed. Comision nacional del sesquicentenario de la independencia
del Perú.
[15] El Republicano. Sábado
5 de marzo de 1827.
[16] Raimondi, Antonio. El
Perú. Itinerarios de viaje. Primer fascículo, cuaderno VI, año 1863,
departamento de Arequipa. Publicado por el Banco Italiano de Lima. Imprenta
Torres Aguirre. Lima 1929.
[17] GARCIA Y GARCIA, Aurelio. Derrotero de la costa del Perú. Imprenta
del estado, Lima 1870.
[18] MELO ROSENDO,
Derrotero de la costa del Perú. Lima 1913
“Derrotero de las costas del Perú – tierra
firme – Chile y Nueva España sacado de diferentes cuadernos que han escrito y
usado los más clásicos y experimentados pilotos deste mar del sur” publicado en
1675” – página 421.
“Derrotero de las costas del Perú – tierra
firme – Chile y Nueva España sacado de diferentes cuadernos que han escrito y
usado los más clásicos y experimentados pilotos deste mar del sur” publicado en
1675” – página 422.
Derrotero General del Mar del Sur de Hurtado de Mendoza publicado en 1730
Plano del río y valle de Quilca. Tomado de
LARTIGUE, Joseph. Descripción de la costa sur del Perú. 1822. Ed. COFIDE. Lima 1992.
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