ENTRE CASAS Y CASONAS
LA
ARQUITECTURA TRADICIONAL DE PUNTA DE BOMBÓN
Este trabajo sobre la
arquitectura tradicional en La
Punta de Bombón tiene como finalidad dar a conocer aspectos
inéditos de este tipo de estructura de quincha y adobe, esperando de esta
manera, contribuir al rescate patrimonial arquitectónico de este lugar.
La quincha, usada desde tiempos
prehispánicos en la costa, proviene del quechua “qquincha”, que significa:
pared, muro, corral o cerramiento; es un sistema constructivo tradicional en
casi toda Sudamérica y consiste fundamentalmente en un entramado de caña o
bambú (caña brava) y recubierto con barro.
El adobe es una pieza para
construcción, hecha con una masa de barro (tierra arcillosa, y agua) mezclada
con bagazo de caña o paja de arroz para dar consistencia al producto y es moldeado en forma de ladrillo y secado al sol. Las casonas y las
casas en la punta están relacionadas al adobe y a la quincha respectivamente.
Lamentablemente la cronología
arquitectónica de La Punta
de Bombón, como en muchos lugares del Sur del Perú, está vinculada a los
movimientos sísmicos, que han dejado poco en pie de estas casas, o lo que ha
sido refaccionado por la abnegada labor de sus habitantes.
EL PATRON URBANO DE PUNTA DE BOMBÓN
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Patrón urbano del pueblo de La Punta |
La Punta de Bombón se va formando desde 1845 a la vera del camino de herradura entre el valle de Tambo y las lomas de Jesus, Amoquinto y a
Moquegua; parte de este camino ahora es la avenida San Martín, la que
comúnmente era conocida como “la calle grande”. Esta avenida aún conserva su
patrón original, ya que es una calle estrecha y serpenteante, propia de los
caminos de herradura.
Las cuadras del pueblo se fueron
formando en base a las acequias regadoras que cruzaban dicho camino y que
regaban los fundos agrícolas cercanos al pueblo, formándose “las rondas”,
actualmente algunas de estas acequias han sido enterradas y/o canalizadas en
base a una política de mejoramiento del ornato.
Había una acequia que regaba el
jardín de la plaza y el huerto de la casa del cura y “… desde allí se
podía contemplar el suave transcurrir del agua del canal [acequia] de regadío
que por la calle Espinar llegaba hasta la plaza de armas y a la casa cural, de
la entonces vieja iglesia del Dr. José Luís del Carpio” (JFC “La Bajadita”. En La Punta.
1994, p. 19).
El primer barrio en formarse fue
llamado “la Cabrería”
(ahora Chicago Chico). Con un trazo formal “cuadrilátero”. Las calles
principales en un principio estaban empedradas, aunque no se tiene
información de quién fue el promotor de dicha obra de empedrado, sin embargo
eso solo está en el recuerdo de los punteños antiguos, ahora lucen asfaltadas.
Posteriormente, a causa de los
terremotos, principalmente el de 1958 y 1960, la quincha y el adobe fue
sustituido por el cemento (2)
que ha sido utilizado en la “arquitectura moderna”, lo cual es “…copia
indiscriminada de modelos provenientes de las grandes urbes o próximas” (Arenas
Portugal, Miguel: “La arquitectura en el valle de Tambo”. En La Punta.1996, p.
32-34), expresado principalmente en los espacios públicos (plazas,
instituciones, etc.)
PATRON ARQUITECTONICO: CASAS Y CASONAS.
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Plano de una casa tradicional en Punta de Bombón |
Las primeras casas que se
construyeron en la punta fueron de carrizo (caña brava) o quincha rústica y
techos de mojinete con entramado de “matara” (esteras); posteriormente, después
del maremoto y terremoto del 13 de Agosto de 1868, se hizo las construcciones
con quincha tartajeada y adobe. Este material de construcción (adobe)
solo fue empleado para hacer las casonas, que actualmente existen pocas, y solo
las construían las familias más pudientes de la Punta.
Las casas de quincha se
diferencian de las de adobe en el diámetro de las paredes.
Estas tenían 20 a 25
centímetros de espesor y los materiales usados son la
madera o palos de sauce, caña brava tejida, con revoque de barro, como
material accesorio utilizaban fibras vegetales, alambres o clavos, para las
uniones y amarres; el barro para el revoque era necesariamente de tierra
de chacra y paja de arroz para estabilizar la compactación.
En la preparación y selección de
los materiales era necesario el secado de la madera o los palos, bajo la
sombra. Para preservar estos palos se les echaba abundante petróleo o kerosene. La caña brava debía estar madura
y seca, también bajo la sombra, en estado rollizo y sin pelar; esto para que
lograran más adherencia al barro.
Para construir las casas de
adobe, primeramente elaboraron un plano o un croquis, en el cual distribuían
las habitaciones, que por lo general eran cuatro piezas y un zaguán (pasadizo)
en el medio; dos habitaciones eran destinadas a sala y comedor respectivamente,
y las otras dos para dormitorio.
La sala tenía puerta a la
calle y dos ventanas, generalmente una en cada lado de la puerta; se dividía la
sala y el comedor con una pared de adobe, y este colindaba con el primer patio;
el comedor no tenía pared hacia el patio, sino unos balaustres, los mismos que
terminaban en el zaguán.
El zaguán se dividía de la sala
con una pared de quincha; el zaguán y el comedor estaban separados por
balaustres. Las dos habitaciones contiguas al zaguán eran dormitorios,
uno para los padres y otro para los hijos sin distinción de sexo, la cocina
estaba ubicada en el primer patio, este tenia salida
a la calle por una puerta que denominaban “porticalle”; otro patio
espacioso, “el traspatio” que abarca la mitad del área de la vivienda y que
servía de gallinero, aquí también se ubicaba la letrina.
El adobe era necesariamente “tierra de chacra”. Don
Marcos Rivera Álvarez, fabricante de adobes y constructor de casas,
seleccionaba la tierra haciendo unas bolitas de barro de 2 cm. de diámetro y las ponía
a secar por 2 horas; después las trataba de romper con los dedos; “si las bolas
se rompían esa tierra no servía para hacer adobes; y si las bolas no se
rompían, esa era la tierra que servía para hacer los adobes” (Rivera, Jorge:
“Comentario de su padre Marcos Rivera”). Otra prueba para ver si la tierra
era apta era “formar con el barro un rollito frotándolo con las manos, si
se rompía antes de los 5 centímetros de largo, la tierra no era apta; pero
si la tierra pasaba los 15
centímetros, la tierra era adecuada para hacer los
adobes” (Rivera, Jorge: ídem).
La tierra seleccionada debía
zarandearse en una malla de ¼ de pulgada, solo así la mezcla podía compactarse,
evitando que se formen burbujas de aire dentro del adobe. Mojaban la tierra
necesaria y permanecía en reposo por 2 días antes de usarla para los moldes.
Para mejor resistencia de los adobes a la lluvia se agregaba al barro paja de arroz. El tamaño del adobe era de 20 centímetros de
ancho y 50
centímetros de largo; había otros más antiguos de
56 x 27.
Para hacer las zanjas.
Marcaban las líneas utilizando yeso,
aserrín o “moro moro”. Las zanjas tenían unos 50 cm. de ancho y una
profundidad de 60 cm. El cimiento consiste en agregar material a la zanja. Es
una mezcla compuesta por una mampostería de piedra grande, angulosa y
barro, formando una estructura compacta. Estas piedras eran colocadas
cuidadosamente y posteriormente echaban el barro y presionaban con palos hasta
asegurase que el barro entrara en todas las piedras.
Para levantar las paredes se
fijaban listones a modo de reglaje, perpendiculares al cimiento y servían como
guías para hacer paredes derechas. Marcaban con reglas las medidas de 20 cm. Para las filas de adobe que se
asentaban con una separación de 2.5
cm., que era para de mezcla, amarraban un cordel para la
primera guía, mojaban el cimiento para que el barro de adhiriera bien.
Colocaban la primera fila de
mezcla (barro) y la primera fila de adobes, cuidando que la separación
horizontal entre adobe y adobe fuera de 2.5 cm. También corrían el cordel para la segunda
guía y continuaban asentando la mezcla (barro) y los adobes, siempre taconeando
bien las juntas verticales y horizontales.
Continuaban este proceso hasta
hacer la pared. Antes de asentar las paredes era necesario presentar como iban
a quedar los amarres; esto era clave en las esquinas y en las paredes tipo
T. Después
de avanzar 1.20 m.
de altura en la pared, era necesario marcar la ubicación de las ventanas. Estas
no debían ser muy anchas puesto que se restaba fortaleza a la pared. Normalmente las ventanas tenían 90 cm. de ancho y 1.40 cm. de altura.
Necesariamente tenían que estar ubicadas en el centro de la pared para evitar
que uno de los lados de ésta fuera más débil que el otro.
El modelo del techo generalmente
era con caída a dos aguas o comúnmente llamados “mojinete”. Para lograr la
pendiente del techo hacia ambos lados era necesario construir tímpanos, que
consisten en prolongar la altura de las paredes que van a formar la cumbre.
También están compuestos con
tijerales, encima de los cuales iban esteras y calaminas. En otros casos
solamente esteras: otros colocaban argamasa (barro con caña brava armada
y estucada con cal).
Existían varios techos de este
tipo. Ahora solo se conserva uno, que es de la familia Prado, en la calle
Víctor Lira. Los carpinteros que hacía estos techos, las puertas y las
ventanas, era don Manuel López, Félix Juárez y Genaro Calderón.
Una vez culminada la construcción
de las casas, las estucaban con arena cernida, cal y agua. No se utilizaba el
cemento (Jorge Rivera: “Comentario personal”). Era costumbre también colocar en
las jambas de las puertas las iníciales de la familia y el año de construcción
de la casa. En una figura “año de 1923”
(casa de la familia Cáceres Portugal en la calle Bolívar Nº 312).
Entre el techo y el muro de adobe
sobresalían unas vigas que se asentaban en el muro y sostenían los tijerales.
Para ocultarlos colocaban cornisas de madera en toda la fachada de la casa.
Las puertas y las ventanas, como
eran angostas, por los motivos que ya explicamos, las adornaban con jambas,
dando una impresión de puertas y ventanas anchas.
Si bien es cierto que las
ventanas eran angostas, necesariamente tenían que ser altas, pues el adobe, al
igual que la quincha, son materiales térmicos y necesitan ventilación,
especialmente en los meses de verano.
Los pisos de las casas eran de
madera. En otras utilizaban la loseta pasteada (especie de ladrido más
delgado y cuadrado).
Las casas eran pintadas con
colores variados, pero sin estridencias: amarillo, púrpura, naranja o zapallo,
verde lechuga o rosado.
Existieron también casas de dos
plantas, la primera de adobe y la segunda de quincha, el terremoto del 2001 las
destruyo, como la de la familia Tejada
en la calle Víctor Lira (ver foto 5), el hotel Bolívar en la calle San Martin
de la señora Rosa Guillen, la casona de la familia Álvarez en calle Espinar,
frente a la plaza y al costado del centro policial, y del cual solo conserva el
balcón, “La tía María (Álvarez) era la
hija menor de los abuelos […] y para su vivienda le dieron toda el ala derecha
de la casa sobre la que construyeron un segundo piso […] en la sala de la tía
María se congregaba lo mas graneado del pueblo y era dama que resolvía los
problemas económicos de la iglesia con frecuentes actuaciones de beneficencia…”
(ALVAREZ BISBAL, Oscar. “La tía María y los paseos a las lomas”. Inédito.)
Un espacio arquitectónico que
caracteriza a estas casas es el comedor abalaustrado, este modelo de comedor
era utilizado en las casas haciendas de los valles del sur del Perú, cumplían
la función de tener vista las tierras y mantener fresca la casa, tal es la
función que en las casonas de la punta estos comedores tenían vista a la huerta
que tenía en el primer patio, un suceso en el comedor de la familia Álvarez es
el siguiente: “Mi abuela Tomasa era diestra en todo. Cazando nadie la ganaba.
Solía contar con orgullo lo mal que quedaron unos militares que alguna vez
fueron por el pueblo con motivo de
lesionar las montoneras de Piérola. Se trataba de dos tambeños que
hicieron carrera militar y eran a la sazón capitanes, don Juan Francisco Chávez
Valdivia y don Teodoro Laguna.
La casa
de mi abuelo era forzoso alberge de los extraños o forasteros que caían por el
pueblo y los aludidos militares se alojaron en ella despertando la curiosidad
de todos […] estando una tarde ya en la sobre mesa del comedor saboreando un
suculento almuerzo, divisaron en la huerta una frondosa higüera, uno de los
comensales descubrió un solitario higo en el recodo de una rama. Uno de los
militares propuso un concurso de tiro para derribarlo, propuesta que fue
unanimente aceptada, comenzó el capitán, y nada; luego el otro capitán; mi abuelo y los demás varones, y nada. A eso
llego mi abuela desde la cocina atraída por el griterío y los disparos –
¡traigan paca esa pistola, viejos tembleques… apunto rápidamente … disparo y el
higo cayó sobre la mesa. Este exitoso momento de una mujer, sirvió de pretexto para que todo el mundo brindara en su honor, con
grave perjuicio para la bodega de mi abuelo. (ALVAREZ BISBAL, Oscar. “la abuela
Tomasa”. En La Punta. N° 16. 1985).
CASONAS REPRESENTATIVAS
Casa
de doña Carmen Cáceres Salas, ubicada en la calle Sucre, fue construida
por su padre, don Daniel Cáceres, alrededor del año 1930; está en buen
estado y aún conserva sus ventanas de vidrio y una mampara en la puerta
principal de la sala, así como muebles de mimbre, sin embargo el comedor
abalaustrado ha sido cambiado por una pared de quincha colindante al patio,
conservando los balaustres colindantes al zaguán.
Otra casa
es la de la familia Cáceres Portugal; no está en buen estado, pero aun conserva
el balaustre del comedor (ver foto 3 y 4. Otra es de doña Carmen Torres, en la
avenida San Martín.
La casa
de don Salomón Misad Núñez fue construida por su padre Don José Abrahán Misad Valer, hecha en adobe,
fue proyectada para tienda con tres puertas a la calle, y un ambiente continuo
para sala y en la parte posterior los dormitorios.
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Fachada de la casona de Carmen Cáceres Salas, calle Sucre N° 205, se
aprecia pintadas de color blanco las jambas y la coniza, el zócalo a la altura
de la ventana y el techo de mojinete |
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Interior de la casa de Carmer Caceres, calle Sucre N° 205, se aprecia la balaustrada entre el zaguán y el comedor |
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Interior de la casa de Carmen Caceres, calle Sucre N° 205, se aprecia el techo a dos aguas o conocido como techo de mojinete |
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Interior de la casa de Carmen Caceres, calle Sucre N° 205, se aprecia las mamparas de la sala y puestas y ventanas que dan hacia la calle. |
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Interior de la casa de Carmen Caceres, calle Sucre N° 205, se aprecia muebles de la época en la sala |
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Interior de la casa de la familia Paulet Tejada, calle Calle Bolivar, se aprecia la balaustrada del comedor y el patio |
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Interior de la casa de la familia Paulet Tejada, calle Calle Bolivar, se aprecia los muebles del interior de la casa
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Interior de la casa de la familia Paulet Tejada, calle Calle Bolivar, se aprecia el comedor principal |