martes, 1 de mayo de 2018

ENTRE CASAS Y CASONAS LA ARQUITECTURA TRADICIONAL DE PUNTA DE BOMBÓN


ENTRE CASAS Y CASONAS
LA ARQUITECTURA TRADICIONAL DE PUNTA DE BOMBÓN 

Este trabajo sobre la arquitectura tradicional en La Punta de Bombón tiene como finalidad dar a conocer aspectos inéditos de este tipo de estructura de quincha y adobe, esperando de esta manera, contribuir al rescate patrimonial arquitectónico de este lugar. 

La quincha, usada desde tiempos prehispánicos en la costa, proviene del quechua “qquincha”, que significa: pared, muro, corral o cerramiento; es un sistema constructivo tradicional en casi toda Sudamérica y consiste fundamentalmente en un entramado de caña o bambú (caña brava) y recubierto con barro.

El adobe es una pieza para construcción, hecha con una masa de barro (tierra arcillosa, y agua) mezclada con bagazo de caña o paja de arroz para dar consistencia al producto y es moldeado en forma de ladrillo y secado al sol. Las casonas y las casas en la punta están relacionadas al adobe y a la quincha respectivamente. 

Lamentablemente la cronología arquitectónica de La Punta de Bombón, como en muchos lugares  del Sur del Perú, está vinculada a los movimientos sísmicos, que han dejado poco en pie de estas casas, o lo que ha sido refaccionado por la abnegada labor de sus habitantes.

EL PATRON URBANO DE PUNTA DE BOMBÓN

Patrón urbano del pueblo de La Punta 
La Punta de Bombón se va formando desde 1845 a la vera del camino de herradura entre el valle de Tambo  y las lomas de Jesus, Amoquinto y a Moquegua; parte de este camino ahora es la avenida San Martín, la que comúnmente era conocida como “la calle grande”. Esta avenida aún conserva su patrón original, ya que es una calle estrecha y serpenteante, propia de los caminos de herradura.

Las cuadras del pueblo se fueron formando en base  a las acequias regadoras que cruzaban dicho camino y que regaban los fundos agrícolas cercanos al pueblo, formándose “las  rondas”, actualmente algunas de estas acequias han sido enterradas y/o canalizadas en base a una política de mejoramiento del ornato.

Había una acequia que regaba el jardín de la plaza y el huerto de la  casa del cura y “… desde allí se podía contemplar el suave transcurrir del agua del canal [acequia] de regadío que por la calle Espinar llegaba hasta la plaza de armas y a la casa cural, de la entonces vieja iglesia del Dr. José Luís del Carpio” (JFC “La Bajadita”. En La Punta. 1994, p. 19).

El primer barrio en formarse fue llamado “la Cabrería” (ahora Chicago Chico). Con un trazo formal “cuadrilátero”. Las calles principales en un principio estaban empedradas,  aunque no se tiene información de quién fue el promotor de dicha obra de empedrado, sin embargo eso solo está en el recuerdo de los punteños antiguos,  ahora lucen asfaltadas.   

Posteriormente, a causa de los terremotos, principalmente el de 1958 y 1960, la quincha y el adobe fue sustituido por el cemento (2)  que ha sido utilizado en la “arquitectura moderna”, lo cual es “…copia indiscriminada de modelos provenientes de las grandes urbes o próximas” (Arenas Portugal, Miguel: “La arquitectura en el valle de Tambo”. En La Punta.1996, p. 32-34), expresado principalmente en los espacios públicos (plazas, instituciones, etc.) 

PATRON ARQUITECTONICO: CASAS Y CASONAS. 

Plano de una casa tradicional en Punta de Bombón 
Las  primeras casas que se construyeron en la punta fueron de carrizo (caña brava) o quincha rústica y techos de mojinete con entramado de “matara” (esteras); posteriormente, después del maremoto y terremoto del 13 de Agosto de 1868, se hizo las construcciones con  quincha tartajeada y adobe. Este material de construcción (adobe) solo fue empleado para hacer las casonas, que actualmente existen pocas, y solo las construían las familias más pudientes de la Punta. 

Las casas de quincha se diferencian  de las de adobe en el diámetro de las paredes. Estas  tenían 20 a 25 centímetros de espesor y los materiales usados son la madera o palos de sauce, caña brava tejida, con revoque de barro, como material accesorio utilizaban fibras vegetales, alambres o clavos, para las uniones y amarres; el barro para el revoque  era necesariamente de tierra de chacra y paja de arroz para estabilizar la compactación.

En la preparación y selección de los materiales era necesario el secado de la madera o los palos, bajo la sombra. Para preservar estos palos se les echaba abundante petróleo o kerosene. La caña brava debía estar madura y seca, también bajo la sombra, en estado rollizo y sin pelar; esto para que lograran más adherencia al barro.

Para construir las casas de adobe, primeramente elaboraron un plano o un croquis, en el cual distribuían las habitaciones, que por lo general eran cuatro piezas y un zaguán (pasadizo) en el medio; dos habitaciones eran destinadas a sala y comedor respectivamente, y las otras dos para dormitorio.

La sala tenía puerta a la  calle y dos ventanas, generalmente una en cada lado de la puerta; se dividía la sala y el comedor con una pared de adobe, y este colindaba con el primer patio; el comedor no tenía pared hacia el patio, sino unos balaustres, los mismos que terminaban en el zaguán.

El zaguán se dividía de la sala con una pared de quincha; el zaguán y el comedor estaban separados por balaustres. Las dos habitaciones  contiguas al zaguán eran dormitorios, uno para los padres y otro para los hijos sin distinción de sexo, la cocina estaba ubicada en el primer patio, este  tenia salida  a la calle por una puerta que denominaban “porticalle”; otro patio espacioso, “el traspatio” que abarca la mitad del área de la vivienda y que servía de gallinero, aquí también se ubicaba la letrina. 

El adobe  era necesariamente “tierra de chacra”. Don Marcos Rivera Álvarez, fabricante de adobes y constructor de casas, seleccionaba la tierra haciendo unas bolitas de barro de 2 cm. de diámetro y las ponía a secar por 2 horas; después las trataba de romper con los dedos; “si las bolas se rompían esa tierra no servía para hacer adobes; y si las bolas no se rompían, esa era la tierra que servía para hacer los adobes” (Rivera, Jorge: “Comentario de su padre Marcos Rivera”). Otra prueba para ver si la tierra era apta  era “formar con el barro un rollito frotándolo con las manos, si se rompía antes de los 5 centímetros de largo, la tierra no era apta; pero si la tierra pasaba los 15 centímetros, la tierra era adecuada para hacer los adobes” (Rivera, Jorge: ídem).

La tierra seleccionada debía zarandearse en una malla de ¼ de pulgada, solo así la mezcla podía compactarse, evitando que se formen burbujas de aire dentro del adobe. Mojaban la tierra necesaria y permanecía en reposo por 2 días antes de usarla para los moldes. Para mejor resistencia de los adobes a la lluvia se agregaba al barro paja de arroz. El tamaño del adobe era de 20 centímetros de ancho y 50 centímetros de largo; había otros más antiguos  de 56 x 27.

Para hacer las zanjas. Marcaban  las líneas utilizando yeso, aserrín o “moro moro”. Las zanjas tenían unos 50 cm. de ancho y una profundidad de 60 cm. El cimiento consiste en agregar material a la zanja. Es una  mezcla compuesta por una mampostería de piedra grande, angulosa y barro, formando una estructura compacta. Estas piedras  eran colocadas cuidadosamente y posteriormente echaban el barro y presionaban con palos hasta asegurase que el barro entrara en todas las piedras. 

Para levantar las paredes se fijaban listones a modo de reglaje, perpendiculares al cimiento y servían como guías para hacer paredes derechas. Marcaban con reglas las medidas de 20 cm. Para las filas de adobe que se asentaban con una separación de 2.5 cm., que era para de mezcla, amarraban un cordel para la primera guía, mojaban el cimiento para que el barro de adhiriera bien.

Colocaban la primera fila de mezcla (barro) y la primera fila de adobes, cuidando que la separación horizontal entre adobe y adobe fuera de 2.5 cm. También corrían el cordel para la segunda guía y continuaban asentando la mezcla (barro) y los adobes, siempre taconeando bien las juntas verticales y horizontales.

Continuaban este proceso hasta hacer la pared. Antes de asentar las paredes era necesario presentar como iban a quedar los amarres; esto era clave en las esquinas y en las paredes tipo T. Después de avanzar 1.20 m. de altura en la pared, era necesario marcar la ubicación de las ventanas. Estas no debían ser muy anchas puesto que se restaba fortaleza a la pared. Normalmente las ventanas tenían 90 cm. de ancho  y 1.40 cm. de altura. Necesariamente tenían que estar ubicadas en el centro de la pared para evitar que uno de los lados de ésta fuera más débil que el otro.  

El modelo del techo generalmente era con caída a dos aguas o comúnmente llamados “mojinete”. Para lograr la pendiente del techo hacia ambos lados era necesario construir tímpanos, que consisten en prolongar la altura de las paredes que van a formar la cumbre.

También están compuestos con tijerales, encima de los cuales iban esteras y calaminas. En otros casos solamente esteras: otros colocaban argamasa (barro con caña brava armada  y estucada con cal).
Existían varios techos de este tipo. Ahora solo se conserva uno, que es de la familia Prado, en la calle Víctor Lira. Los carpinteros que hacía estos techos, las puertas y las ventanas, era don  Manuel López, Félix Juárez y Genaro Calderón.

Una vez culminada la construcción de las casas, las estucaban con arena cernida, cal y agua. No se utilizaba el cemento (Jorge Rivera: “Comentario personal”). Era costumbre también colocar en las jambas de las puertas las iníciales de la familia y el año de construcción de la casa. En una figura “año de 1923” (casa de la familia Cáceres Portugal en  la calle Bolívar Nº 312).

Entre el techo y el muro de adobe sobresalían unas vigas que se asentaban en el muro y sostenían los tijerales. Para ocultarlos colocaban cornisas de madera en toda la fachada de la casa.

Las puertas y las ventanas, como eran angostas, por los motivos que ya explicamos, las adornaban con jambas, dando una impresión de puertas y ventanas anchas.

Si bien es cierto que las ventanas eran angostas, necesariamente tenían que ser altas, pues el adobe, al igual que la quincha, son materiales térmicos y necesitan ventilación, especialmente en los meses de verano. 

Los pisos de las casas eran de madera. En otras utilizaban la loseta pasteada (especie de ladrido más delgado y cuadrado).

Las casas eran pintadas con colores variados, pero sin estridencias: amarillo, púrpura, naranja o zapallo, verde lechuga o rosado.  

Existieron también casas de dos plantas, la primera de adobe y la segunda de quincha, el terremoto del 2001 las destruyo,  como la de la familia Tejada en la calle Víctor Lira (ver foto 5), el hotel Bolívar en la calle San Martin de la señora Rosa Guillen, la casona de la familia Álvarez en calle Espinar, frente a la plaza y al costado del centro policial, y del cual solo conserva el balcón, “La tía María (Álvarez)  era la hija menor de los abuelos […] y para su vivienda le dieron toda el ala derecha de la casa sobre la que construyeron un segundo piso […] en la sala de la tía María se congregaba lo mas graneado del pueblo y era dama que resolvía los problemas económicos de la iglesia con frecuentes actuaciones de beneficencia…” (ALVAREZ BISBAL, Oscar. “La tía María y los paseos a las lomas”. Inédito.)

Un espacio arquitectónico que caracteriza a estas casas es el comedor abalaustrado, este modelo de comedor era utilizado en las casas haciendas de los valles del sur del Perú, cumplían la función de tener vista las tierras y mantener fresca la casa, tal es la función que en las casonas de la punta estos comedores tenían vista a la huerta que tenía en el primer patio, un suceso en el comedor de la familia Álvarez es el siguiente: “Mi abuela Tomasa era diestra en todo. Cazando nadie la ganaba. Solía contar con orgullo lo mal que quedaron unos militares que alguna vez fueron por el pueblo con motivo de  lesionar las montoneras de Piérola. Se trataba de dos tambeños que hicieron carrera militar y eran a la sazón capitanes, don Juan Francisco Chávez Valdivia y don Teodoro Laguna.


La casa de mi abuelo era forzoso alberge de los extraños o forasteros que caían por el pueblo y los aludidos militares se alojaron en ella despertando la curiosidad de todos […] estando una tarde ya en la sobre mesa del comedor saboreando un suculento almuerzo, divisaron en la huerta una frondosa higüera, uno de los comensales descubrió un solitario higo en el recodo de una rama. Uno de los militares propuso un concurso de tiro para derribarlo, propuesta que fue unanimente aceptada, comenzó el capitán, y nada; luego el otro capitán;  mi abuelo y los demás varones, y nada. A eso llego mi abuela desde la cocina atraída por el griterío y los disparos – ¡traigan paca esa pistola, viejos tembleques… apunto rápidamente … disparo y el higo cayó sobre la mesa. Este exitoso momento de una mujer, sirvió  de pretexto para    que todo el mundo brindara en su honor, con grave perjuicio para la bodega de mi abuelo. (ALVAREZ BISBAL, Oscar. “la abuela Tomasa”. En La Punta. N° 16. 1985).

CASONAS REPRESENTATIVAS

Casa de doña Carmen Cáceres Salas, ubicada en la calle Sucre, fue construida por su padre, don Daniel Cáceres,  alrededor del año 1930; está en buen estado y aún conserva sus ventanas de vidrio y una mampara en la puerta principal de la sala, así como muebles de mimbre, sin embargo el comedor abalaustrado ha sido cambiado por una pared de quincha colindante al patio, conservando los balaustres colindantes al zaguán. 

Otra casa es la de la familia Cáceres Portugal; no está en buen estado, pero aun conserva el balaustre del comedor (ver foto 3 y 4. Otra es de doña Carmen Torres, en la avenida San Martín. 

La casa de don Salomón Misad Núñez fue construida por su padre  Don José Abrahán Misad Valer, hecha en adobe, fue proyectada para tienda con tres puertas a la calle, y un ambiente continuo para sala y en la parte posterior los dormitorios.

Fachada de la casona de Carmen Cáceres Salas, calle Sucre  N° 205, se aprecia pintadas de color blanco las jambas y la coniza, el zócalo a la altura de la ventana y el techo de mojinete


Interior de la casa de Carmer Caceres, calle Sucre N° 205, se aprecia la balaustrada entre el zaguán y el comedor 


Interior de la casa de Carmen Caceres, calle Sucre N° 205, se aprecia el techo a dos aguas o conocido como techo de mojinete

Interior de la casa de Carmen Caceres, calle Sucre N° 205, se aprecia las mamparas de la sala y puestas y ventanas que dan hacia la calle. 

Interior de la casa de Carmen Caceres, calle Sucre N° 205, se aprecia muebles de la época en la sala


Interior de la casa de la familia Paulet Tejada, calle Calle Bolivar, se aprecia la balaustrada del comedor y el patio 
Interior de la casa de la familia Paulet Tejada, calle Calle Bolivar, se aprecia los muebles del interior de la casa


Interior de la casa de la familia Paulet Tejada, calle Calle Bolivar, se aprecia el comedor principal 
























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