Desde la desembocadura del rio Quilca y hacia el sureste se forman un grupo de cerros de mediana altura y barrancos conocidas como lomas, en este espacio geográfico y a cuya distancia de siete millas de Quilca se ubica la caleta de Arantas, se reconoce a esta desde altamar porque en su entrada se levanta un pequeño islote o peñón blanquecido por el guano; según el capitán de la Marina del Perú Abdon Aranibar Pinto: “El fondeadero de Aranta, al igual que el puerto de Quilca está en mar abierto y carente de abrigo, a unos 730 metros de la costa y con fondos de 33 a 37 metros bajo mar. Se puede reconocer esta caleta porque en la entrada hay un pequeño islote de color Blanquecino. La caleta de Aranta era visitada siempre por expertos marisqueros quienes extraían de las peñas: tolinas, lapas barquillos y el cochayuyo; también, comercializaban el marisco secado en forma de tiras y el cochayuyo en planchas, las huevas de pez volador que varada entre el aracanto los hacían secar, de igual forma el pescado en salpreso […] esta caleta tiene aguada y de sus huertos cosechan frutos y hortalizas entre otros. También una compañía japonesa muy cerca de la caleta explotó una mina de Mica, de igual forma disponían una carretera de trocha que llegaba al valle de Vitor” (ARANIBAR, 2000, 17).
Islote de Arantas |
Caleta de Arantas |
Arantas y otras caletas desde tiempos prehispánicos
Arantas, Honoratos,
La Huata, Ancumpita, La Francesa, San José, Huacchiray, Calahuani, entre otras,
forman un complejo de caletas, playas y lomas, como ya dijimos ubicadas entre
el valle del río Quilca y el actual puerto de Matarani; este espacio costero
fue ocupado desde tiempos prehispánicos por las comunidades de Collaguas y Cabanas del valle
del Colca quienes tenían parcialidades, esta situación ha perdurado hasta bien
entrado el siglo XX como lo han estudiado Juan José Cuadros en “El control vertical ecológico de un máximo
de pisos” (1973); Edmundo Corrales Valdivia en su artículo “El mito tenía razón” (1983), Nelson
Manrique en “Colonialismo y pobreza
campesina, caylloma y el valle del Colca siglos XVI –XX” (1986), Shozo
Masuda en “Estudios etnográficos del Perú
meridional” (1981) y Juan Huanca Mayhua en su tesis para optar el
grado de Licenciado en historia “El circuito del cochayuyo en el siglo XX y
la presencia del control del litoral de Islay por el pueblo de Sibayo - Caylloma” (2005).
Según Corrales “El modo de acceso de los pastores de Sibayo
al litoral de Islay tenía lugar mediante las migraciones estacionales; es
decir, movimientos de población que se llevaban a cabo en una determinada
estación o temporada del año, llegaban al litoral en la época de invierno y
permanecían hasta el mes de noviembre y algunos hasta el mes de diciembre; es
decir, que dejaban a Sibayo en la época que empezaban las heladas y el clima
frio y seco” (Corrales, 1983, 67).
La parcialidad que la comunidad de Sibayo tenía en la costa se atribuía
a la distribución que hizo el dios Inkarrí, el mito lo recogió Franklin Pease en
“La versión ecológica del mito Inkarrí”
(1977); según el infórmate de Pease, un lugareño de 43 años de mediados del
siglo XX, le comunicó lo siguiente: “en
Callalli los ayllus estimaban bastante al Inca, a Callalli y Sibayo les dejaba
el Inkarrí tan solamente leña y ganado, porque como era tan alto no podían
tener sembríos, leña y pasto mayormente les dejaba. A los de Sibayo les daba el
mar, o sea las lomas donde tienen sus propiedades, cada año hasta la fecha van
a pescar y a traer esas verduras, cochayuyo dicen” (Pease, 1977, 105).
El espacio de
ocupación de la comunidad de Sibayo entre Quilca e Islay comprendía
aproximadamente 30 km. desde la quebrada Mollendito a los 16°54´20” de latitud
sur, hasta la caleta de Arantas a los 16° 47´ 31” en la misma latitud, donde se
encuentran los siguientes lugares: punta El Águila, quebrada Mollendito, punta
Pozo Hondo, quebrada Tarpuy, quebrada y punta Coloca, punta Yana-yana, punta y
quebrada Contayane, punta La Condenada, punta y Quebrada Honda, punta Los
Arces, caleta Difuntos, punta Carrizal, punta y caleta Centeno, caleta Tutuy,
punta Los Ángeles, punta Hornillos, caleta Honoratos, punta Al Aire, caleta La
Huata, punta Acumpita, punta La Francesa, punta San José, playa la Chicanera,
punta La Sorda, Punta Brava y caleta de Arantas (Corrales, ibíd.); en este
sector la comunidad de Sibayo construyeron los “hornos”, infraestructura indispensable en el proceso de secado del
cochayuyo, se construyeron de piedra formando depósitos cilíndricos con techo
abovedado, tapa muy pequeña y cubrían todo el horno con una capa de ceniza
volcánica que daba un hermetismo total, esencial para la conservación de esta
alga en invierno; sin embargo, hay “hornos”
de una sola piedra erosionadas naturalmente de tal manera que solo fue
necesario acondicionar la tapa; no obstante, atribuyen su construcción al dios Inkarrí “dicen que era un dios
poderoso que arreaba las piedras con un látigo, y las piedras le obedecían, y
se iban ordenando y formando los andenes […] cuando vino a la orilla a repartir
las chacras, dicen que el hizo los primeros hornos de una sola piedra en la
utaña de la punta […] esos son los más
antiguos y dicen los hizo el inca […] después todos los demás los hemos hecho
nosotros” (PEASE, 1977). Las
mitas mineras, de plaza, obrajes y la política de reducciones indígenas
hicieron que algunos pueblos perdieran sus accesos en el litoral del Pacífico y
otras zonas del virreinato peruano; no obstante, a la comunidad de Sibayo se le
respeto sus usos y costumbres en el litoral, que ha devenido hasta la
actualidad.
Arantas en las descripciones, derroteros y mapas
Desde la
fundación de la ciudad de Arequipa, 15 de agosto de 1540, se utilizaron las
caletas prehispánicas de Arantas, Quilca, Islay, Chiguas, Chule y Mollendo como
puertos de entrada y salida de géneros hacia ultramar o como cabotaje; sin
embargo, solo Chule y Quilca fueron declarados puertos mayores indistintamente
durante el virreinato peruano; no obstante, Arantas cupo un rol importante para
la navegación, cabotaje y comercio, es por ello que la caleta figuró en las
descripciones, derroteros y mapas desde inicios del virreinato peruano; así es
que por cedula del 15 de febrero de 1623 don Fernando de Cordova virrey del
Perú, amparó al vecindario de Arequipa en la posición de los puertos de Ilay
(Islay) y Aranta, con lo cual quedó prácticamente derogada la consabida cedula
del virrey Príncipe de Esquilache que omitía a esta caleta como puerto; esta
cedula se encuentra en el tomo II de cedulas y provisiones del archivo
municipal de Arequipa (CUNEO, 1954).
En el “Derrotero General del Mar del Sur” del
Capitán Pedro Hurtado de Mendoza de 1730 se encuentra en el folio 98 un gráfico
de costa de Arequipa entre el río de Camaná y la punta de Ilay (Islay), donde
se dibuja el puerto de Aranta como una caleta notable frente a lomas y
olivares; debajo de la lámina Hurtado de Mendoza realiza una descripción de
cómo llegar y anclar en dicho lugar: “De
Camaná a Quilca a Quilca que por otro nombre se llama Aranta hay 5 leguas. Del
puerto de Aranta a la isla de guano 3 leguas y en derecho desta isla a la punta
esta la punta de Cornejo. Cuando vengas en busca del puerto de Aranta, luego
que montes la playa de Cornejo has de tirar camino de NO, y por fondo de 34
brazas caminad a un cerro alto que veras
luego que montes punta de Cornejo, y también veras dos tetitas que salen por
encima de este cerro, que conforme fueres para abajo se van ocultando y te
quedara solo el cerro alto, y veras el olivar y la caleta de Aranta, daras
fondo en 43 brazas, porque si van más para tierra daras en mal fondo y se te
cortará el cable” (FPMGP, 1993).
En 1792 en Intendente
de Arequipa Antonio Álvarez y Ximenez realizó la vistita al curato de Tambo,
respecto a la caleta de Arantas escribió que se ubicaba dentro del territorio
de dicho curato; al visitarla escribió lo siguiente: “Siguiendo el mismo rumbo al norte continua la costa […] y en ella se
halla el puerto de Aranta de peligroso fondeadero y la caleta de Mollendo donde
se abrigan embarcaciones pequeñas” (BARRIGA, 1947)
En la
descripción de la costa del Perú de 1822, se lee “La caleta de Aranta está a diez millas de la punta cornejo y a cuatro
millas S.E. DE LA DE Quilca. Este lugar en donde los navíos de comercio hacen
su descarga en la época en que el rio Quilca se desborda e interrumpe
constantemente las comunicaciones entre Quilca y Arequipa […] la aduana de
Quilca se establece entonces en Aranta y se queda allí durante los meses de
febrero a marzo. Se ancla frente a frente de la caleta de Aranta, muy cerca de
tierra; el oleaje no es fuerte dentro de la ensenada y se puede desembarcar
fácilmente” (COFIDE,1992) luego hace una descripción del formidable fondo
de esta caleta apto para el anclaje de los barcos como también del atracadero
que para ubicar esta caleta es necesario percatarse de la coloración rojiza de
los cerros que se elevan frente a esta caleta.
Sin embargo en
el “Derrotero de la costa del Perú”
de Aurelio García y García (1863) nos dice “Tiene
un pequeño islote blanco al sur, por el que puede conocérsele, algunos han
pretendido cambiar a este punto el puerto de Islay [….] pero jamás será acogida
por ningún gobierno pue […] las bravezas son muy frecuentes” (GARCIA, 1863,
49); este autor también escribe que en Aranta se “han pretendido cambiar a este punto el puerto de Islay. Tal idea solo
ha sido patrocinada por algunos hacendados de las inmediaciones, pero creemos
que jamás será acogida por algún gobierno, porque después de no ofrecer
ventajas importantes, se toca en serios inconvenientes, cuales son las bravezas
frecuentes y muy sensibles y ningún abrigo para los buques grandes. El fondo
es de piedra de veinte a veintiún
brazas” (GARCIA, 1863, 50), esta se
confirma con la descripción que hace el Capitán de Travesía de la Marina del
Perú Abdon Aranibar, antes citada: “El fondeadero de Aranta, al igual que la
caleta de Quilca, está delante de la Cala, en mar abierto y carente de abrigo,
a unos 300 metros de la costa y con fondos de 18 a 20 brazas de agua”
(ARANIBAR, 2000, 18).
En 1996
visitó esta caleta el viajero Ricardo Espinoza quien dio datos importantes
sobre nombres de los lugares vecinos entre Aranta y la caleta La Huata.
Espinoza afirma que en la caleta de Aranta vive buena parte del año un solo
hombre conocido como el “Aranteño” quien se dedica al cultivo de higos en este
lugar; y fue este lugareño quien menciono los nombres de las caletas vecinas a
Espinoza, y son: Punta del medio, punta Yani Yani,ensenada La Chicanera, caleta
La Brava, caleta La Sorda, punta El Toro, caleta San Jose, caleta La Francesa,
caleta Ancupita, punta Quinza Cruz, luego esta caleta la Guata.
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GARCIA-YRIGOYEN, Franklin. Collagua I. Pontífice Universidad Católica del Perú.
Lima 1977.
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